sábado, 1 de noviembre de 2014

Me he pasado media noche dando vueltas en la cama a causa del enfado que cogí contra todo bicho viviente de esta casa. Bien que me tomaron el pelo, sobre todo Pascualita que me lo dejó echo unos zorros. Cuando he conseguido dormirme clareaba el día y el abuelito, que las únicas órdenes que acata son las que le da su estómago cuando tiene hambre, me ha despertado a las 8 de la mañana (que hace una semana eran la ¡¡¡7!!!)

Una auténtica zombi caminaba por el pasillo hacia la cocina. Yo. Ojerosa, legañosa, con pelos de piojosa y todo cuanto terminado en OSA se os ocurra. Carraspeé repetidamente antes de poder articular palabra y preguntarle a Andresito si había comprado las ensaimadas. Levantó las cejas expresando su asombro - ¿Yoooooooooooo? ... Para eso tengo mayordomo, nena. - Carraspeé de nuevo - Hum... ejem... ¿Has mandado a Geooooorge a la panadería? - Nuevo levantamiento de cejas - No. De esas cosas se encarga tu abuela. - ¿Vendrá a desayunar con nosotros? - Lo dudo. No conviene levantar la liebre. - ¿Qué pinta una liebre acostada con las ensaimadas? - No quiero que nadie sepa que estoy exiliado aquí. -¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaa! Huy, perdón (dijo la Cotilla al ver al abuelito) Traigo ensaimadas.

Al abuelito le salió la vena de gourmet que lleva dentro. Las olió y espachurró - No son frescas (el tono sonó altanero) - La Cotilla le replicó que, cuando fue a buscarlas estaban muy frescas porque les había caí... (aquí se tragó el resto de la frase debido a la patada en la espinilla que le propiné por debajo de la mesa)  - ¿Frescas? lo lógico era que estuvieran calientes, recién sacadas del horno. - Los ojos de la vecina se conviertieron en una fina línea por la que asomaba la maldad cuando me miró. - Es que no estaban en el horno sino en el cont... ¡Ay, jopé ya! (mi segunda patada también la cogió de sorpresa) - Te agradecería mucho que acabaras las frases porque no acabo de entenderte y, por favor, contén tus malos modales en la mesa. - Entonces la vecina dijo algo que me heló la sangre - No sabes cómo me recuerdas al primer marido de tu esposa jejejejejeje (¿Era necesaria aquella risa sarcástica?) -  Le auguraba un corto futuro a mi abuelito. Por otra parte, cada vez tenía más claro que la razón asistió a la abuela y a su amiga, cuando se llevaron por delante al otro.

- Matas ha salido de la cárcel. - ¿Está segura, Cotilla? - Lo que yo te diga va a misa. - Pero si ha sido visto y no visto... - El abuelito esbozó una sonrisa mientras mojaba la ensaimada enfriada por el relente de la noche... según la frase que no pudo acabar la Cotilla. - ¿Estás contento, abuelito, de que ya esté fuera el ex presidente? - Siempre he pensado que se había echo una injusticia con él. - ¿Y con Munar? - No era de mi partido así que, ajo y agua. (Vaya, vaya- pensé.- Estás haciendo méritos, Andresito) - Si yo estuviera en tu pellejo (le dije, inocentemente) no estaría tan contento. - ¿Por qué? - Porque ha quedado una celda libre y querrán llenarla... (disfruté viendo al viejo tirano, estremeciéndose) - ¡Cotilla, saca el chinchón que parece que hace frío! - Me miró, extrañada pero, tratándose del chinchón, no puso ninguna objeción.

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