jueves, 8 de enero de 2015

Me estaba preparando el desayuno para difrutarlo en soledad, cuando han llamado a la puerta. Era Andresito y traía mala cara - ¿Qué haces por aquí a éstas hora, abuelito? - Por toda respuesta, olfateó el aire y dijo: ¿pan tostado?... ¡Humm, mi desayuno favorito! - (¡Vaya, hombre. Pensé) - Hace mucho tiempo que no lo como. Desde que me casé con tu abuela, exactamente. - ¿Y eso por qué? sois ricos y os lo podéis permitir... Hasta la Cotilla puede. - Precisamente por eso, nena. Porque somos ricos. Tu abuela dice que, hasta en el desayuno tiene que notarse que tenemos dinero y llena la mesa de ensaimadas, magdalenas, croasanes y todo lo que te puedas imaginar. Pero a mi me gusta el pan tostado con aceite y un poquito de sal, para mojarlo en el café con leche. - Plántale cara a tu mujer. -¿Es que no la conoces? Me la rompería.

No me quedó más remedio que invitarle con lo que, la idea de un tranquilo desayuno en solitario, se fue a paseo. La otra damnificada fue Pascualita porque tuvo que quedarse en su acuario. No podía arriesgarme a que el abuelito la viera y sacara conclusiones sobre las veces que fue atacado por... no sabía qué.

El hombre traía hambre atrasada porque casi me quedo sin pan. Tres tristes rebanaditas de pan de barra fue todo lo que me dejó. Y eso me hizo pensar que la educación es un arma de doble filo porque si no estuviera tan bien educada, le hubiese dicho: ¡Para el carro, abu. O repartimos como buenos hermanos o te vas de aquí cagando leches! En lugar de eso, me dí con un canto en los dientes y dejé que se pusiera las botas con una comida prohibida. Hubo quién protestó, como mi estómago que se quedó a medias y el hígado que segregaba bilis a punta pala.

- Aún no sé a qué has venido (logré pronunciar esas palabras sin que se notase mi enfado). - Tu abuela me ha ofendido gravemente. - ¡Vaya! - Ha llenado la casa de calendarios de los bomberos de Palma. Hay uno en cada habitación. En nuestro cuarto lo ha puesto a los pies de la cama. ¿Para qué? para compararlos conmigo. - ¿Te lo ha dicho así? - No hace falta. Lo sé... Ella dice que es para inspirarse y lo cierto es que, desde que el calendario está allí, hacemos virguerías en la cama y el otro día sufrí un tirón en un muslo y un pinzamiento en la espalda. - No sé qué decir... - Pero me fastidia que esté todo el tiempo hablando de mangueras cuando estamos en plena faena y no le quite ojo al calendario.- ¿Sigues tomando viagra? - No. Desde el 1 de enero, ni una. - ¿Ves? No hay mal que por bien no venga. Lo que ahorras en pastillas te lo gastas en masajes.

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