sábado, 17 de enero de 2015

Recién levantada, camino de la cocina y con todo mi glamour abandonado cualquiera sabe dónde, he visto una aparición. El corazón ha emprendido una loca carrera subiendo y bajando a mi boca - "Si ya te levantas alelada ¿qué va a ser de tu vida, boba de Coria?"

La abuela acabará conmigo un día de estos.- "¿Vas a venir, sí o no?" - ¿Saldrás a la calle de ésta guisa? - "Naturalmente. Había pensado vestirme de marinero pero ya está muy visto y he preferido hacerlo de Océano... Es una obra de Caprile, el modisto de la Reina" - ¿En serio? - "Y tanto. Una señora rica como yo no puede ir de trapillo a ciertos actos, aunque sean populares" - ¿Quiéres... que te acompañe a su sede? - "¿Qué sede?" - De los populares, has dicho. - "Bebe un poco de chinchón a ver si te espabilas ¡Que cruz tengo contigo!"

Luego me ha explicado que hoy es San Antonio Abad, el patrón de los animales. - "Llevaremos a Pascualita a que la bendigan. Por eso llevo esta peluca azul con la cresta blanca que simboliza una ola rompiéndose y el vestido color aguas-oceánicas, lleno de ondulaciones a modo del movimiento del mar" - No tengo tanta imaginación a éstas horas. Solo veo un vestido azul. - "Anda, vamos, Boba de Coria" - ¿A dónde? - "¡A bendecir a Pascualita!"

- No pueden verla. Y ¿no crees que ya está suficientemente bendecida viviendo en remojo? - "No la verán porque solo abriré un poquito el termo de los chinos para que vea la ceremonia y el ambiente que habrá. Piensa en la cantidad de animales que hay en el fondo del mar, a los que ella podrá bendecir cuando vuelva a su hábitat" - Según tú, Pascualita tendrá tantas cosas que hacer cuando regrese allí que no sabrá por dónde empezar. - "A ver si te crees que es tan torpe como tú"

Llegamos a la calle de San Miguel. Había mucha gente con sus mascotas y nos pusimos a la cola. Pacientemente, fuimos avanzando. Pascualita asomaba un poco la cabeza para no perderse el espectáculo. Una señora con un gatazo blanco de angora, adornado con un lazo rosa, se puso a nuestro lado. El animalito parecía dormitar en brazos de su ama pero, de repente, abrió los ojos de par en par y saltó sobre la abuela con las uñas por delante. Todo pasó muy deprisa. La gente se apartó asustada. El pacífico gato se había transformado en un tigre de Bengala que maullaba y se agitaba lanzando zarpazos a diestro y siniestro. El vestido de Caprile quedó echo jirones. A la abuela le faltaban manos para defenderse  y cubrirse las vergüenzas. Acertó a darle una patada al animalito y cayó junto a su ama que no paraba de gritar.

¿A qué venía ese ataque? pensé. Miré el termo de los chinos ¡estaba abierto! Pascualita y el gato se habían enfrentado en una lucha atroz pero ¿dónde estaba ella?

La dueña del gato intentaba cogerlo pero yo fui más rápida y tiré del bulto cubierto de pelo que tenía en la espalda. La mujer me pateó con saña, el gato lanzaba marramamiaus lastimeros, el cura vino corriendo hacia nosotras, hisopo en mano dispuesto a calmarnos como fuera. Entonces Pascualita cedió a mi presión y conseguí esconderla en el bolsillo de mi abrigo y lo llenó de pelos.

Estoy segura de que saldremos en la prensa aunque, tanto la abuela como yo,  nos tapamos la cara gritando: ¡Fotos, nooooo, por favor!

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