jueves, 12 de marzo de 2015

Un sueño.

- Ave María Purísima. - Esto fue lo que escuché unas treinta veces junto a mi oído. Al principio apenas se oía y tardé en prestarle atención hasta que, poco a poco, fui tomando consciencia de que, posiblemente, alguien me estuviera hablando. Pero se estaba tan bien entre las mantas que decidí que si era algo urgente, llamaran más tarde.

Lo que me fue sacando del sueño fue la frase. La había oído antes, estaba segura, pero no con esta entonación... Había tanta niebla en mi cerebro que tapaba cualquier idea que circulara por ahí. - Debí darme la vuelta o entrar, directamente, en el Cielo. Ante mi se elevaban tres enormes pirámides recién construídas. El sol se reflejaba en sus superficies lisas y blancas provocando ceguera a quién las miraba sin protegerse la vista. Estaban coronadas por piramidones de oro, cuyos rayos, al igual que los del dios Atón, derramaban bondad sobre los creyentes.

Catalogadas como una de las Maravillas del Mundo, eran el orgullo del pueblo que las había edificado. Se partió una idea antigua que, al perfeccionarse, dejó boquiabiertos a todos. El mundo antiguo se movilizó para ir a verlas, formándose caravanas enormes de dromedarios, cruzándose en el desierto los que iban y los que volvían de verlas. Fue tal el tráfico que acabaron poniendo guardias escondidos entre las dunas de arena para multar a los listillos que se saltaran las normas de circulación.

Entre el gentío, algunos se sentaban a la sombra de las pirámides, que eran alargadas, y compartían el almuerzo en familia. Yo estaba asombrada y agradecida de poder disfrutar de un espectáculo sin igual cuando algo llamó mi atención. Largas colas se habían formado ante dos chamizos. Como no tenía nada más que hacer, fui a mirar.

La Cotilla vendía abanicos como rosquillas. Se los quitaban de las manos porque el calor apretaba de lo lindo. Haciéndome oír sobre el gentío, grité: - ¡¿Era usted quién me hablaba esta madrugada?! - No tengo tiempo para perderlo contigo. - ¿Qué quería decir, que no me iba a responder? ¿Qué tenía mucho trabajo? - No quise darme por vencida: ¿Ha traído magdalenas del contenedor del super?

En un chamizo igual vi a la abuela vendiendo viajes organizados, a lomos de burro o en barco por el Nilo para visitar Luxor a buen precio. el barco llevaba botiquin de primeros auxilios por si alguien era mordido por un cocodrilo. - ¡Abuela! ¿Qué haces aquí? - "Ganarme las lentejas vendiendo gafas de sol" - ¿Me has traído una empanada? - " Búscate un novio y que te compre una." - ¿Y Andresito? - "Está de guía en el interior de las pirámides." - ¿Puedo ayudar? - "¡Ni se te ocurra! A ver si te las  cargas y nos matas a la gallina de los huevo de oro"

Me sentó como una patada en el estómago que no contaran con mi ayuda... pero el enfado me duró poco, lo que tardé en darme cuenta de que en Egipto hacía un calor insoportable y que dónde mejor se estaba era en la piscina del hotel... Y sudé. Sudé mucho. Me ahogaba ¡Aire, aire!- grité. Cuando me desperté la Cotilla me abanicaba con furia y un calefactor encendido, sobre la mesita de noche simulaba el calor del desierto... Ahora tengo la gripe y estoy muy malita. La vecina me hace compañía y para no aburrirse, tiene el chinchón a mano y de vez en cuando, se ríe - ¡Sádica!  

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