martes, 31 de marzo de 2015

La procesión.

En cuanto vi a la Cotilla la avisé de que iban a detenerla y dijo - ¡Y un jamón! - mientras corría escaleras arriba - ¿A dónde va? (le grité) - A cobrarles el alquiler a los okupas porque tengo que emigrar del País. - Se han ido a ... -  En su santiamén estuvo a mi lado. - ¿Sin pagarme? ¿Se han ido sin pagarme? Y me habrán dejado el piso echo una pena. - ¿Más de lo que estaba? (me asombré) Han ido de compras, mujer.

- Me esconderé en tu armario por si viene Bedulio. - Mejor le llamo y le digo que ha huido. - Sus compañeros me informaron que había cogido vacaciones para curarse la depresión de caballo que tenía, (colgué y dije a la vecina) - Creo que nuestro amigo ha hablado con su padre, Cotilla.

La abuela vino a por Pascualita. - "Me la llevo a la procesión" - Acabaremos teniendo un disgusto - "Que agonías eres ¿Qué puede pasar por ver una procesión?"

Cuatro horas después volvió la abuela. Venía desencajada y con el termo de los chinos colgado del cuello y ¡abierto! - "No he podido encontrar a la sirena... No sé dónde está.- No me quedó más remedio que vestirme y salir corriendo en pos de la procesión que estaba a punto de llegar a la Catedral. Iba mirado a todos lados , sobre todo al suelo donde esperaba verla, chafada y espachurrada. Repetía su nombre sin levantar la voz y era tanta mi angustia que, sin darme cuenta, decía ayayayayayayayayay...

El capataz de los costaleros mandó parar el paso de la Virgen con un sonoro golpe de martillo sobre la plata. Toda la calle quedó expectante. Yo seguía con mi ayayayayay  sin percatarme de nada hasta que un hombre, a mi lado, dijo: - Suelte todo su dolor, señora, que es muy bonito. - ¿Bonito, atontao?. - ¡Oiga! ¿Va a cantar la saeta o no? (de repente, parecía enfadado) - Para saetas estoy yo. He perdido a mi amiga y no se si está viva o muerta. ¿Y usted quiere que cante? ¡Ande y piérdase por ahí!. - El hombre, enfurecido, me dio un empujón que me lanzó al centro de la calle, a los pies del paso. La gente me abucheó por interrumpir el desfile y no cantar la saeta que esperaban. - El paso se puso en marcha y entonces ¡la vi!

Pascualita trepaba por el manto bordado en oro  y yo no me lo pensé dos veces. Me agarré a uno de los varales, subí al paso y dando saltos conseguí atrapar a la sirena y meterla en el escote. La "operación" fue vista y no vista. Pero mi actuación sí.  Volvieron a parar y la banda de música hizo lo mismo con un fuerte golpe del bombo: ¡POM! Algunos costaleros treparón a por mi. Así que tuve que correr entre cirios y claveles, saltar y esconderme entre la multitud. Pero fue inútil porque todos decían ¡Está aquí. Está aquí!  No me quedó más remedio que sacar a la sirena para que mordiera las manos que trataban de detenerme. Y si hay algo que le encanta es eso. Pronto los lamentos fueron más escandalosos que la orquesta.

Llegué a casa librándome de ser linchada. Me extrañó que la puerta estuviera abierta de par en par. En  la salita, la abuela amenazaba con el cuchillo jamonero, a un tembloroso Obdulio. - ¿Qué pasa? - El hombre, enfadado por haber tenido que  revelarle a su hijo la antigua y oscura historia del crimen oculto de mi abuelito, se había pesentado en la Torre del Paseo Marítimo a rendir cuentas con la abuela. Esta, cogiéndolo de sorpresa y ayudada por Geoooorge, lo metieron en el rolls royce y traído a mi casa - ¿Por qué? - "¿No querrás que dejemos huellas del crimen en una casa, decente y rica, como la mía. Mejor aquí?" - ¿Piensas matarlo? - "¿Tienes una idea mejor?" - No... pero espero que se me ocurra... ¿Alquien quiere un chinchón?

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