lunes, 16 de marzo de 2015

La confesión.

La abuela está contenta porque ha nevado en las montañas. - ¿No sé a qué viene tanta alegría si no sabes esquiar y además aquí no hay pistas. - "Lo que quiero es que haga frío para no pasar calor cuando me vista de payesa" - ¿Para salir a la calle? - "Para ir a bailar, boba de Coria" - ¿Ahora te ha dado por bailar? - "Es algo que llevo en la sangre desde que era niña" - ¿Y hasta que no te han echo una transfusión no te has enterado? - Cotilla, llevate a mi nieta o no respondo de mí. - A la niña no le falta razón. Nunca te he visto bailar, a no ser las danzas eróticas que te marcabas al rededor de la barra en la sala de stript... - "¿Alguien te ha pedido detalles?" (saltó la abuela)

Aluciné en colores. ¿La abuela había sido gogó de cabaret? Por supuesto, a mi no me lo contará pero sí a Pascualita. Así que me faltó tiempo, en cuanto la Cotilla se fue a sus trapicheos, para poner a la sirena sobre el frutero de la cocina y sacar el tema en cuanto la abuela entró a preparar la comida. - Me he enterado que tenemos una artista en casa... ¿quiéres un trocito de pan con aceite?... ¿No te lo ha contado? Me gustaría verla bailar ¿Y a ti? - "No malmetas con la sirena" - ¿Por que no das unos pasos de baile, con la escoba haciendo de barra erótica? - "Lo mismo te la parto en las costillas.Además, voy a hacer una paella" - ¿? - "Vendrá Bedulio a comer para que la Cotilla declare lo que le hizo a tu abuelito I" - ¡Estáis locas! Os acusarán a las dos y acabaréis en la cárcel. - "¿Te imaginas? Estaría con la flor y nata de los políticos que ya están allí"

El Municipal llegó de muy buen humor. Le gusta mucho como cocina la abuela y llevaba tiempo sin probar su arroz. La Cotilla apareció vestida con un hábito negro de penitente y un cordón blanco atado a la cintura. Entre las manos llevaba un velón encendido y un rosario colgando del cuello - ¡Virgen del Caramelo de Menta! Qué susto.

Debo decir que cuando Bedulio la vio perdió un poco la compostura. Y me dio la impresión de que no saboreó el arroz como se merecía porque no dejaba de lanzar miradas preocupadas a la vecina. Cuando el Municipal atacó el segundo plato de paella, la Cotilla abrió la boca: - Confieso que he matado a un hombre. - Bedulio se atragantó de tal manera que las toses resonaron en toda la casa, incluso el vecino de arriba golpeó el suelo con la escoba. Con los ojos arrasados de lágrimas, hipando y moqueando, nos miró a todas. Yo me hice la loca porque la cosa no iba conmigo. La abuela adoptó la pose de gran dama a la que todo le resbala salvo su riqueza. Y la Cotilla asumió su papel de convicta condenada a la hoguera. Se hizo un silencio denso y prolongado ... que fue roto por un ¡chof! inesperado.

El Municipal saltó de la silla dispuesto a correr hasta la puerta de la calle y desaparecer escaleras abajo. - "Quieto ahí y escucha la confesión de una pecadora" - Al marido de mi amiga, que era un flojo (todo hay que decirlo) no le sentó bien un refresco que le di a beber y en pocos minutos se había quedado tieso... ¿No tienes nada que preguntarme? - ¿Estáis de cachondeo las tres? Ya sabéis que mis nervios no resisten impresiones fuertes. - Otro flojo (dijo la Cotilla) - ¿Qué... fue lo que le diste? - Un cóctel fuerte, lo reconozco: Llevaba... angostura, unas gotas de limón, salfumán, un poco de leche, lejía y un poco de matarratas. Todo bien agitado y servido con hielo frapé.

- Y ¿ahora qué se supone que debo hacer con esta confesión? porque sabiendo lo mucho que gusta el chinchón en ésta casa, no voy a creerme este cuento chino. - No me importa si me crees o no. Yo tenía que soltarlo para quedarme más larga que ancha y conseguir que el ánima del difunto no me ataque más. Bueno, pues, misión cumplida. Anda, Bedulio, pónme más arroz, por favor, antes de que se pase.























2


No hay comentarios:

Publicar un comentario