martes, 28 de julio de 2015

Había que intentarlo.

Me estaba aburriendo en casa y decidí salir a dar una vuelta. A los diez minutos sudaba a mares y busqué una iglesia dónde refugiarme del calor pero no encontré ninguna a mano. 

Entonces me decidí por un autobús urbano. No son caros y tienen aire acondicionado. Cogí el primero que llegó. En la siguiente parada se llenó. Subieron mujeres con carritos de bebé, y muchas otras con carritos o cestas de compra. Alguna embarazada y jubilados.  En seguida sentí sobre mí la presión de un montón de ojos taladrándome. Yo estaba sentada y no estaba embarazada, ni jubilada, ni iba cargada... Vale, entendí el mensaje, además el ambiente se había cargado entre olor a sobaquillo y alientos jadeantes. Así que me bajé en la próxima parada. Los leones (eso parecían) se tiraron a por la gacela (así vi yo el asiento que dejé vacío) como fieras.

Otra vez me encontré sumergida en una de las olas de calor que no cesan de llegar a Palma.... ¿Dónde podría ir para estar fresca? ...  En ese momento paró un autobús que iba hasta el Hospital donde tenían a Bedulio. Me dio un vuelco el corazón ¡Aquello era una señal divina! Subí de un salto. Y aunque íbamos como sardinas en lata, sobaco con sobaco, intercambiando aromas, no me importó. El padre del biznieto de la abuela, me esperaba en la cama del dolor... Y ya que estaba en la cama... (jejejejejejeje sonreí mostrando el colmillo)

Pregunté por el número de su habitación en recepción. - Pero no se le puede visitar. - ¿Por qué? - Órdenes del doctor. - Serán para los extraños, yo soy su novia. - No se hacen excepciones por el estado en que se encuentra. - ¡Si cuando me vea se le alegrarán las pajarillas! Ande, sea buena, mujer (y puse mi mejor sonrisa pero la sargento no se apiadó de mi)

En ese momento un celador cogió el sitio de su compañera que se fue a merendar. Y yo empecé de nuevo, como si tal cosa, preguntando por el número de la habitación de Bedulio. - No se puede visitar. - ¿Ni siendo su novia? (sonreí y esta vez funcionó porque el tipo se derritió)

Bedulio estaba solo, con la camisa de fuerza puesta, las piernas totalmente abiertas y sujetas con poleas. Dormía. Parecía un querubín, crecido eso sí, y a mi me estaba entrando un calor que no tenía nada que ver con el verano. Me acerqué y le acaricié el pelo. Ni se movió. Seguí recorriendo su cuerpo y poco después, el monitor que señalaba los latidos del corazón empezó a dispararse. ¡Sí, sí, Bedulio sería mío! Me subí a la cama, a horcajadas sobre el Municipal que, en aquel instante abrió los ojos. - ¡Hola, amor mío! (dije) - Y se desataron las furias del Infierno.

Gritaba - ¡¡¡Una pistolaaaaaaaaa!!! (y también) ¡¡¡Me mataaaaaaaaaaa!!! A pesar de estar atado de pies y manos, movía el cuerpo como un caballo desbocado hasta que consiguió tirarme al suelo. Caí de cabeza y quedé atontada. Una enfermera entró corriendo. - Tranquilo, no pasa nada... (le dijo suavemente) - Pero Bedulio seguía gritando - ¡¡¡Está aquí. Me mataraaaaaaaaaaaa!!! - Le puso un calmante y se durmió. A todo esto yo estaba bajo la cama. La puerta del cuarto se abrió violentamente. - ¿Dónde está la "novia" de mi marido? (¿Marido?... ¡Claro, Bedulio estaba casado! No me acordaba de este pequeño detalle) - ¡Si la encuentro, la matooooo! - Entraron más enfermeros y redujeron a la mujer. Yo aproveché el momento de confusión para largarme de allí.

Al llegar a casa ahogué mis penas en chinchón y me desahogué con Pascualita. - ¿También sufrís por amor en tu hábitat? Ay, que amarga es la vida... ¿La endulzamos con cola cao?  - La sirena hizo la señal de OK con sus deditos y minutos después saltaba dentro de su taza dejando perdido el suelo y la mesa de la cocina.

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