viernes, 10 de julio de 2015

La licuadora.

¡Que pereza tengoooooo! ¿Será por el calor o porque soy así? Solo me apetece ver películas de romanos y empaparme de lo bien que vivían los ricos de entonces: todo el santo día reclinados en unas camas llenas de almohadones. Ni para comer se levantaban. Ahora me sabe mal no tener al esclavo que vino el otro día a ofrecerse para trabajar por cuatro perras. Me traería la comida y luego un barreño para lavarme las manos y por último, me abanicaría con un abanico de plumas de avestruz. Lástima que ahora esté mal visto mandarlos a los leones si no cumplen bien sus tareas.

Antes de que calentara el sol he ido al mercado a por fruta. He traído la cesta llena. Es que el payés que la vendía está muy bueno. Tiene una mirada pícara y unos dientes perfectos y a cada pieza de fruta que pesaba en la báscula, decía - ¿Un poquito más? - Y yo, encandilada, decía - Sí, sí... - Claro que él miraba por su negocio y yo tenía la cabeza en otro sitio. He bajado de la nube cuando me ha dado la cuenta ¡Ni que me hubiera llevado media granja, vacas incluídas! Debería estar prohibido que los tíos buenos y simpáticos despacharan.

A ver qué hago yo ahora con tanta fruta. Le he dado a probar a Pascualita y salvo la sandía, todo lo demás lo ha escupido... He llamado a Bedulio al cuartel y me han dado su número de móvil porque está trabajando en la calle y yo he dicho que era urgente. Cuando el Municipal ha oído mi voz se ha sobresaltado y el teléfono se le ha caído al suelo. Tembloroso, ha preguntado - ¿Cómo sabes ... mi número? - Me lo ha dado el fantasma del abuelito. - De nuevo se le cayó el móvil al suelo. Hay que ver lo que me río con éste hombre. Es tan aprensivo.

- Te llamaba para que te pases por mi casa a recoger fruta... ¿oye?... ¿Bedulio, quiéres fruta?... ¡¡¡Bedulioooooo!!! - Por el ruído me ha parecido que ha tirado el móvil con fuerza contra la pared y lo ha roto.  Y sigo teniendo el mismo problema con la fruta. He llamado a la abuela y Geooorge me ha dicho que ya no saben que hacer con la suya. - A madame regalar frutau mister Tomeu. Amigo suyou... Mister Andresitou no contento. - La Cotilla tampoco quiso porque había cogido mucha de los contenedores del supermercado... Hablé con Pascualita.

- Voy a licuar la fruta. Conviene que veas cómo se hace por si, un día regresas a tu hábitat. Allí podrás licuar algas. Guardaré una parte del zumo en la nevera. El otro lo congelaré como cubitos y nos lo tomaremos con chinchón on the rocks. Ya verás cómo te gustará... Mira, se cortan trocitos, se ponen aquí, enchufas la licuadora, la pones en marcha y ... ¡¡¡AAAAAYYYYYYYYY!!!

Se oyó ¡¡¡POOOOMMMMM!!! y la licuadora explotó.

Hubo restos de fruta, restos del aparato, restos de líquido, por toda la cocina. Y mientras yo me sentaba, con las piernas temblando como flanes, Pascualita aplaudía a rabiar y hacía signo de OK con los deditos. - ¡Calla, jodía! - La Cotilla entró corriendo y al vecino de arriba le faltó tiempo para golpear con la escoba quejándose del ruído. - ¿Qué has hecho? - Nada... Ha... explotado... la licuadora... - ¿Nada? Las licuadoras no explotan. Que cruz tenemos contigo. Me voy a tomar un chinchón para quitarme el susto de encima. - Yo también quiero (dije, sobreponiéndome al temblor) - ¿Con la que has liado en la cocina? Primero es la obligación que la devoción ¡Hale, a limpiar!. - Y se fue tan tranquila a MI salita, a beberse MI chinchón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario