martes, 25 de agosto de 2015

De compras.

Llamaron a la puerta. Insistieron una y otra vez. Dejaron de lado la educación y la aporrearon con fuerza. Inmediatamente, el vecino de arriba golpeó mi techo con la escoba. Y claro, al final, me desperté.

Era la abuela. - "Cada vez estoy más convencida de que ibas para lirón pero, en el camino algo falló y te convertiste en lo que ahora eres,. Porque no es posible que un ser humano duerma tan profundamente como lo haces tú. Enteraté de que las personas duermen, no ivernan. Eso lo hacen los osos" -  Me estaba hablando en arameo porque no entendí nada de lo que me dijo. - Si quieres desayunar ya sabes donde está la cocina...  - "¿Cómo voy a desayunar a éstas horas, boba de Coria? Acabamos de salir de El Funeral, de homenajear a Faustino y colgar su foto en la Pared de los Finados" - Ultimamente vais de fiesta en fiesta. Al final no quedará nadie para contarlo... - "El calor está terminando con muchos de nuestros amigos. Esto es otra de las cosas que no dicen los Pinochos. Y digo yo que las pensiones que dejan de cobrar, deberían repartirse entre los que estamos vivitos y coleando, pero no, se las quedan y encima meten mano a la caja..." - ¿Has venido para darme un sermón? - "Es que éstas cosas me encienden... A las diez pasaré a recogeros a ti y a la Cotilla, para ir de compras" - ¿Para qué? - "Vamos de boda ¿no te acuerdas?" - Pero si ya estuvimos comprando... - "¡A las diez! Recuérdalo"

Cuando entramos las tres en los grandes almacenes, sentimos la euforia de la compra. Eramos depredadoras oliendo la sangre de las víctimas, en este caso, las pobres dependientas a las que haríamos trabajar hasta rendirlas.

Cogí dos vestidos y pasé al probador. - "Nena ¿estás aquí?" - Sí, me estoy probando. - "Dime cómo me queda la falda" - Salí a medio vestir. - ¡Luego ven a verme a mí! (gritó la Cotilla que estaba en otro probador)

A medida que pasaba el tiempo fuímos dejando la timidez arrugada en un rincón de la tienda y arramblábamos con todas las prendas que podíamos. Nos los probábamos todo, dudábamos y decidíamos que nada nos caía bien. La dependienta que recogía las devoluciones apenas se veía, enterrada tras una enorme montaña de ropa. La pobre no daba abasto a doblarla y devolverla a su sitio cuando ya estábamos otra vez en los pobradores cargadas de blusas, abrigos, etc. etc.

Eran cerca de la una cuando nos decidimos: la abuela compró un tanga con puntilla, la Cotilla un sujetador y yo unas bragas con un dibujito de Miky Mause. - "¿Y ahora qué toca?" - ¡¡¡Tomar un chinchón on the rocks!!! (gritamos eufóricas, mientras tomábamos asiento en una cafetería"

 

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