viernes, 28 de agosto de 2015

La boda.

- - "Nena, preparaos que pasaremos a buscaros en dos minutos" - La Cotilla y yo ya estamos listas después de la lata que has dado toda la noche con el dichoso teléfono. - "Es que no debemos llegar tarde a la boda... Trae un sombrero para Pascualita que hará mucho sol" - Ella no viene. - "¡Ya lo creo que sí!!" - Será un estorbo. Además, la puede liar. - La Cotilla entró en ese momento en la cocina - ¿Por qué soy un estorbo? No liare nada, solo voy a "trabajar" - Hablábamos de Pasc... ejem, no de usted.

Me colgué termo de los chinos al cuello y enseguida vi que no pegaba ni con cola con mi vestido nuevo. Se daban tres patadas, así que lo dejé sobre la mesa y bajamos a la calle la Cotilla y yo. Medio minuto después estaba de vuelta a casa, con la cabeza dolorida por el pescozón que me dio la abuela, a recoger a Pascualita. Menos mal que se la colgó de su cuello.

Deiá brillaba como un espejo bajo el sol estival. La única carretera estaba atestada de coches, autocares y camiones  de reparto que se cruzaban en la carretera impidiendo el paso a los demás. Ahí quedó atrapado el rolls royce sin poder moverse. A la abuela se la llevaban los demonios. "¡No llegaremos, no llegaremos! ¡Haz algo, inglés que para ésto te pago, jodío!" - Pero no había nada que hacer salvo armarse de paciencia y esperar que el mundo reanudara su marcha.

Pascualita se removía, inquieta, en el interior del termo. Hacía calor. - "¡Geoooorge, ve a comprar cubitos de hielo"! - ¿Ser para gin tónic, madame? -  "¡Te importará mucho para lo que sean, memo! ¡¡¡Correeeee!!! - Anda que no sabe nada tu mayordomo, querida. A él no se la das con queso. Está al tanto de que te ves a escondidas con Pascual. Se lo he notado en la mirada. "Vamos y dejaros de tonterías!

Un trozo de calle, irregular y pedregoso, nos llevó hasta la explanada con vistas al mar dónde iba a celebrarse la boda. Los presentes nos miraron con cara de asombro. Saltaba a la vista que no esperaban a nadie más, sobre todo a unas desconocidas.

El conseller oficiante leyó un pequeño texto de El Principito, haciendo con ello una parábola sobre el amor verdadero; inmediatamente, la Cotilla se puso a llorar a moco tendido. La abuela no se quedó atrás y se abrazó con fuerza al novio dejándole la americana mojada de mocos y lágrimas. Les llovieron kleenex por los cuatro costados. Cuando se reinició la ceremonia la Cotilla había desaparecido.

Una de las invitadas leyó un escrito dedicado a los novios, muy emotivo y las lágrimas de muchos emocionaron a quienes todavía no lo estaban. Cuando acabó la boda, sellada con un enamorado beso de los novios, los niños corrieron a recoger los regalos que debían entregar a los invitados pero, alguien se les había adelantado. - Menos mal que me he dado prisa y he podido cogerlos todos (escuché que le decía la Cotilla a la abuela) Esta noche venderé los abanicos entre los guiris... - ¡¿Tampoco está el arroz para tirar a los recién casados?! (gritó alguien) - ... y mañana comeremos paella...  (siguió comentando, en voz baja, la vecina) 

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