domingo, 16 de agosto de 2015

No hay mal que por bien no venga.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaa! Voy a montarle un altar a un santo varón que será la envidia del Vaticano. - La Cotilla asegura que me dijo esto cuando entró de madrugada en mi cuarto al llegar de trapichear. Yo debía estar aún por el primer sueño porque no recuerdo nada. Y esta mañana, al levantarme, tenía la salita empantanada de cirios, telas y flores.

 - ¿Se puede saber qué hace? - Lo que te he comentado hace unas horas y te ha parecido bien. ¿Cuántas horas? - Cinco o seis. Y has estado de acuerdo en todo. Te estás volviendo más razonable. - No me de coba. Además, estamos en agosto... - ¿Y? - El Mes de María es en Mayo. - ¿Lo dices por las flores? Son para adornar el altar. - Ni altar ni leches. Ya tuve bastante con un incendio. - Esta vez habrá más flores que velas.. - ¡He dicho que no! - Pero es que este hombre se lo merece (dijo, compungida) Es amigo de sus amigos. Los ampara bajo su pecho en cuanto estornudan...

Me pasé la mañana negándo y la vecina, erre que erre, insistía con una tenacidad abrumadora. - Déjeme, Cotilla. Es usted peor que la gota malaya. - Dime que sí y me callaré. - Estaba a punto de claudicar cuando llegó la abuela. - "¡Andresito lo ha conseguido! Ya no tenemos multas. - Si aparcaras como todo el mundo, no te pondrían ninguna. - "Yo no soy "todo el mundo" nena. Además, si saben que aparco allí para que insisten en multarme. Que cabezones son éstos guardias" - Me asomé al balcón. El rolls royce estaba donde siempre: ocupando la parada del autobus y montando un embotellamiento. En este momento sujetaban una multa con el limpiaparabrisas. - Ya tienes la primera de la nueva colección.

La abuela salió al balcón dispuesta a hacer valer su condición de esposa de un hombre a quién el ministro recibía con solo oir su nombre. - Acabas de meter la pata (le dije) -   El guardia escribió de nuevo y colocó una nueva multa junto a la primera. Para evitar que siguiera despotricando, le puse delante un vaso largo lleno de hielo frappe. - Te invito a un chinchón on the rocks. - Y me siguió como un corderito a la cocina.

La Cotilla se sumó a la invitación aunque nadie le hubiera dado pie para ello. Se pusieron a hablar del altar que quería levantar a un hombre justo. - Después de comer, cuando tu nieta se duerma, lo haré.

Fui a por Pascualita y la escondí entre las telas que había en la salita pero antes le di de beber chinchón a palo seco. Luego debí dormirme hasta que me despertaron unos alaridos espeluznantes. Andresito corría como un poseso dando saltos  y llorando a moco tendido - ¡¡¡Que dolor. Que angustia!!! - No veía a Pascualita por ningún sitio... Andresito me dio una pista gritando. - ¡No voy a poder sentarme en un mes!... ¡¡¡Como dueleeeeeeeeeeeeee!!! - Miré la retaguardia de Andresito. Y allí estaba la sirena, agarrada con los dientes a una de las medias lunas de mi abuelito. Tiré con fuerza de ella hasta arrancarla y metérla en el bolsillo. ¡Que escandalera montan los hombres por nada! Hasta el vecino de arriba golpeo mi techo con la escoba.

Andresito estará unos cuantos días andando de lado y sin poder sentarse... Menos mal que le quitaron las multas y no tendrá que acostarse, boca abajo, en la alfombra.

 

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