martes, 18 de agosto de 2015

Traspuesta.

Me gusta leer el periódico mientras desayuno, aunque esté mojado de cola cao gracias a Pascualita. Yo sigo a lo mío mientras ella se lanza en picado en su taza y me salpica hasta el paladar.  Hoy ha sido especialmente pesada. Debe haberle influído ver en la tele un campeonato de natación donde se tiraban del trampolín. Yo trato de imitar a Geoooorge, con esa flema británica que parece que todo le resbala. No se inmuta por nada.

No siempre lo consigo, por ejemplo, hoy ha ido uno de esos días en que me ha sacado de mis casillas. He aguantado estóicamente sus salpicaduras hasta que he tenido un pronto, la he cogido por la cola y la he lanzado al acuario. Ha caído a plomo hasta el fondo y ha subido como un cohete, enfadadísima y escupiendo agua envenenada. Afortunadamente solo me han llegado pequeñas gotas a la altura de los ojos.

Libre ya de Pascualita, me he dedicado a la lectura de las noticias hasta llegar al crucigrama donde me he tirado una hora haciéndolo. Mientras pensaba definiciones, un pequeño Rato ha salido de entre las páginas con cara de mala leche y gritando - ¡Quiero mis cojines! ¡Exijo que me los devuelvan o me los paguen! ¡Son cojines de rancio abolengo! - (No entendía que hacía allí este hombre) - Vuelva a su página ¿No ve que intento hacer un crucigrama? - ¿Va a comparar esta tontería con mis cojines? - ¿Tontería con lo que me está costando? - En mis cojines se han sentado culos muy importantes, señora mía, cosa que no puede decir de los suyos. - Es usted un impertinente, señor Rato y empieza a cabrearme. - Debí ser muy convincente porque corrió a esconderse entre las páginas del periódico.

Un diminuto bicho del papel se acercó, muy alterado. - ¡No me espante a los protagonistas de las noticias! En verano cuesta mucho encontrar una que valga la pena. Siempre se han usado las llamadas "serpientes de verano" Entonces funcionaba pero hoy en día, la gente es muy incrédula y no se la dan con queso. - Lo miré y me dije que no iba a dejar que una cosa tan pequeña me mangoneara. Lo mejor sería aplastarlo con la punta del dedo pero debió adivinar mis intenciones porque se puso de rodillas, gritando: - ¡Soy padre de familia. No me mate con tomate! - Tranquilo, tio. Te mataré con bacalao. El bicho cerró los ojos esperando el aplastamiento y entonces me di cuenta de que no me gusta el bacalao y en casa no había ni una miga... - Lo siento. No puedo matarte porque no tengo bacalao. - Pues si que estamos listos.

Pasé la página y se me mojaron los pies. - ¡Qué pasa! - ¡Se han desbordado los torrentes con tanta agua como ha llovido! (me dijo un peatón de la foto, resguardado bajo un enorme paragüas) - ¿Y era necesario que yo me calara? - Necesario no, dijo el peatón, pero mejor que sea otro y no yo. - Me enfadé ante la poca profesionalidad. - ¡Estoy hasta las narices! (gritó el peatón) - ¡Y yo!, dijo Rato. ¡Quiero mis cojines! - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! ¿Quién ese este enano? (preguntó la Cotilla que acababa de entrar) - El de los cojines (estaba harta de interrupciones) - La Cotilla no podía creer que tuviera tanta suerte. Corrió a la salita a montar un altar. - No se vaya, señor Rato, que ahora mismo le enciendo unas velas y lo dejo en olor de santidad. - ¿Me será útil esto? - ¡Y yo que sé! Pero la frase queda bonita.

La botella de chinchón iba por la mitad cuando decidí que, por el momento, ya estaba bien... - ¡Hip... me he... quedado traspuesta... ¡hip!... y he soñado que... ¡hip!... bebía... ¿De qué me... ¡hip! suena Rodríiiigo... hip!... Rato?

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