domingo, 23 de agosto de 2015

Tumbet.

He llamado a la abuela para invitarla a comer. - "¿Quién se ha muerto?" (ha preguntado, temerosa) - Nadie. Me apetece que pruebes mi  Tumbet. - "Si has creído, por un momento, que voy a servirte de conejillo de indias, lo tienes claro. Moriré cuando me llegue mi hora, no cuando tu me envenenes." - Al oír estas palabras me sentí orgullosa de mi misma. Por fin la abuela reconocía que yo no era una inútil como siempre me dijo, sino que, entre otras virtudes que trataré de averiguar, también sirvo como envenenadora.

- Te espero a mediodía. Me he apuntado a un cursillo de cocina y quiero que te chupes los dedos con mi receta. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! - Hola, Cotilla ¿Le apetece un tumbet para comer? - ¿También lo venden enlatado? - No lo sé. El que le ofrezco lo haré yo. - Pues... creo que he quedado con alguien... ¡Ah, si! Con Luis Bárcenas para que me de lecciones de como hacerse rico a costa de los demás sin despeinarse. - Me suena a excusa. Le advierto que la abuela vendrá a comer. - Siempre ha sido una temeraria pero no creí que llegara a tanto. - ¿Vendrá? - Mi meta en la vida es llegar a los cien años... ¿crees que llegaré si como tu tumbet?

Cuando entraron encontraron la mesa puesta, con una maceta de geranios en medio a falta de un ramito de flores. Les serví vino fresquito mientras daba los últimos toques a mi receta. En cuanto se sentaron las dos amigas, sacaron de sus bolsos sendos frascos de bicarbonato.

Me había enredado contándole a Pascualita, paso a paso, cómo se hacía el tumbet. Estaba tan exaltada por la confianza que me daba tener el cuadernillo de recetas que me dejé llevar. Una ráfaga de aire que entró por la ventana, giró la hoja que estaba leyendo sin que me diese cuenta. Aunque, es verdad que cuando estaba rematando el plato, me pareció que algo fallaba. Decidí no decir nada y saqué la bandeja a la mesa.

La abuela y la Cotilla se miraron con cara de susto. ¡Se hacían cruces, pensaba yo, al ver que he podido hacerlo! (me decía) y ahora, falta la prueba de fuego consistente en catar y paladear mi obra de arte.

La primera reacción de las dos amigas, fue beberse un vaso de agua con bicarbonato, después se persignaron y con mano temblorosa, procedieron a la prueba. En el sorteo hecho entre ellas para saber quién debía empezar antes, le tocó a la abuela. - Es de justicia, al fin y al cabo sois parientes. (comentó la Cotilla)

Diez minutos después, todo el trabajo de una mañana, se fue a la basura. No se podía comer. Había juntado varias recetas que no pegaban ni con cola. La culpa es del viento que me pasaba las páginas sin yo darme cuenta. Me sentí frustrada y aunque Pascualita trataba de animarme haciendo la señal de OK con sus deditos, no pude sacarme la sensación de fracaso... hasta beberme una cuantas copas de chinchón. - La... ¡hip!... próxima vez haré... ¡hip!... sopa de pescado, abuela jijijijijiji - ·"¡Por encima de mi cadáver!" (gritó al tiempo que corría en buscar a la sirena)

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