lunes, 26 de octubre de 2015

El hueso

- "Nena ¿quiéres un hueso para el caldo?" - Pero... pero... ¡otra vez, abuela! - "Son las 5 de la madrugada, lo sé, pero, anteayer ya eran las 6. Buena hora para levantarse. ¿Quiéres el hueso o no?" - El caldo del tetrabrik ya viene hecho... ¿De qué es el hueso? - "Ah, misterio. Mañana le harán la prueba del ADN" - ¿Es de un muerto? - "Todos los huesos lo son. Nadie se deja quitar uno así como así, boba de Coria" - ¿Es de persona? - "Parece ser que sí. Lo encontró Geooorge cavando en el jardín" - ¡Pues qué miedo! - "No muerde" - Cuando me levante vendré a verlo... ¿Decías en serio que me lo dabas para la sopa? - "No eres más tonta porque no te entrenas, nena"

Al llegar a la Torre del Paseo Marítimo vi coches de policía aparcados en la acera. Tuve que identificarme para que me dejaran pasar y allí me encontré a la Cotilla dando palique a un municipal - ¡Bedulio! Me alegro de verte (exclamé) - No sé si puedo decir lo mismo (no parecía muy entusiasmado) - Otra que también rondaba entre los parterres de rosas multicolores asomados al Mediterráneo, era la Momia. Mi abuelastra preguntó a quién parecía llevar la voz cantante - ¿Cuántos huesos han encontrado? - ¡Uno! (el asombro se pintó en la cara del hombre) ¿Cree que encontraremos más? - Seguramente. Debe ser el escondite secreto de los perros que la familia hemos ido teniendo a lo largo de los siglos. - Verá... el hueso es humano. - Los perros no son tiquismiquis a la hora de comerse un buen hueso. - ¿Tiene idea de quién puede ser? - Huy, no señor! tengo muchos años y poca memoria. - No es cierto que tenga poca memoria... ¿Por qué lo habrá dicho?

Andresito cogió aparte a su madre - ¿Quién era, mamá? - Tal vez un romano... o un cartaginés... o un turco. Esta gente venía mucho por la isla. - El señor que mandaba el cotarro les oyó y comentó que el hueso no era tan antiguo. - Haga memoria, señora. Nos ahorraría trabajo. - ¿Para qué? Así estarán un tiempo entretenidos.

Unos días después se supo que el hueso era de un hombre alto, de unos cuarenta años y que vivió a finales del siglo XIX - Bernabé (dijo la Momia como si hablara para sí) - Todos aguzaron los oídos - ¿Quién era Bernabé? (preguntó el jefe en plan mandón) - Un hombre guapísimo. Tenía unas pestañas negras que me acariciaban al besarme. - ¡Mamá! (gritó Andresito) Papá se llamaba Cosme.

Pascualita, que había asistidos a todos los acontecimientos ocurridos en casa de la abuela desde que encontraron el único resto mortal del tal Bernabé, se asomó a través de mi escote. En ese momento, la bisabuelastra le pedía al Jefe el hueso. - "Para enterrarlo cristianamente... (aunque era un ateo confeso). Hubo sus más y sus menos. - Es mejor que se quede con nosotros (decían los policías) Al final, la Momia dijo que quería tenerlo con ella "lo poquito que le quedaba de vida" y los convenció, mientras la abuela disimulaba la risa.

"Algo" me tocaba la espalda. Hasta este momento, en el autobús, pensé que era "alguien" quién lo hacía. Menuda desilusión. Me quité el jersey y el hueso de Bernabé cayó al suelo... Quedé confusa ¿Quién me lo había colocado ahí? Pascualita me dio la respuesta al verla reptando hacia él y cogiéndolo en sus brazos. Luego se impulsó con la cola y se zambulló en el acuario. La sirena lo arrastró al fondo donde se perdieron entre las algas.


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