sábado, 3 de octubre de 2015

El señor Li nos visita.

- " Nena ¿qué piensas poner para comer hoy?" - La voz retumbaba en mis oídos como un mar embravecido chocando contra las rocas (¡otra pesadilla, no! pensé) - "Pon algo comestible" - ¿Abuela?... - "No me acordé de decirte que he invitado al señor Li a comer hoy en tu casa" - Ahora mismo ¿qué día es? ...¿Ayer u hoy. - "Pues estamos entre Pinto y Valdemoro. Acaban de dar la una de la madrugada. Elige"

¿Por qué no tendré una abuela normal como todo el mundo? A ésta hora duermen o rezan el rosario,  algunas incluso hacen el amor ¡pero no despiertan a sus nietas con tonterías!

Enfadada, que tiré el móvil contra la pared . Me di media vuelta en la cama y puse la mente en blanco adormilándome en seguida, pero duró poco la alegría de seguir durmiendo porque, como si de un anuncio de neón se tratara, las palabras "el señor Li vendrá a comer" se encendían y apagaban en mi cerebro. El resultado hubiese sido el mismo si el letrero de neón dijese: "Tu vida está en peligro, boba de Coria"

A mediodía llegó la abuela, maquillada y vestida como para una fiesta, subida en sus stilettos rojos pasión. -¿No viene el abuelito? - "No tiene el corazón preparado para recibir emociones fuertes" - Ya sé que no le cae bien el chino pero... - ¿Qué pones de comer? - He comprado dos bolsas de ensalada...  tetrabriks de caldo de cocido, bolsas de gambas gordas congeladas... - "Valoras poco tu vida. No quiere verlas ni en pintura" - Tengo tortillas de patatas congeladas, latas de fabada o de callos. No sé. Hay mucha comida... También tengo tarrinas de arroz blanco hervido... 

Una ambulancia aparcó en el poco sitio que dejaba el rolls royce en la parada del bus. El concierto de pitos fue apoteósico. Cuatro chinos forzudos subieron al señor Li a casa, lo sentaron en una silla de ruedas y se marcharon. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaa! La Cotilla entró cargada con unas bolsas. - He pasado por el contenedor de basura que hay frente a la tienda de los chinos y he cogido todas las porquerías que no estaban abiertas. A ver si las vendo esta noc... ¡Hombre, señor Li! Me alegro de verle... lo poco que se le ve.

- Tu tilalme pol balcón. Tu mala. - Le dije, mil veces, que no fui yo. - ¿Quién sel entonces?... ¿Señola Abuela? - El ojo rasgado que no crubrían las vendas, recorría nuestras caras como un scaner. - ¡No, hombre! ¿Cómo se le ocurre? - Polque señol Municipal infolmalme que aqui tenel gato encel.lado. - ¿Un gato? jajajajaja Lo único que tienen éstas es una pecera ¡vacía!...

Pero el chino iba a su bola - Entonces sel Nieta quien tilal a mi pol balcón. - La Cotilla enderezó la espalda. Me miró y dijo: - No puedo asegurarlo... porque no lo ví... Y aunque lo hubiese visto... tampoco se lo diría... O sea que, ni blanco, ni negro, sino todo lo contrario. - ¿Qué quelel decil tu? - Pues que sí... - ¿Eh? (soltó Li) que no, ni porque, ni por qué no. - ¿Tu bol.lacha? - ¿Quiére que le cuente el cuento de La buena pipa? - Yo tenel dolol de cabeza con esa mujel (gimió el chino) - "Hale, pues mejor se va a su casa y descansa" 

Al quedarnos a solas, la Cotilla dijo a la abuela. - Me he ganado el derecho a estar en la pared de Los Finados cuando me muera ¿verdad? - "¿Por qué?" - He salvado el pellejo a tu nieta. - "Pues que te cuelgue ella" - ¿En El Funeral? - "No. En la despensa, junto al hueso de jamón"

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