jueves, 15 de octubre de 2015

La Cotilla aprovecha la ocasión.

- "Nena, le he escrito una carta al Pinocho mayor del Reino pidiéndole que me pague los kleneex, los salva slips, la gasolina del rolls royce cuando voy al médico, los lentes para ver de cerca que se me rompieron el otro día, las pastillitas azules que, de vez en cuando, tiene que tomar Andresito para cumplir conmigo como Dios manda, los pañales de la Momia, el sueldo de la mujer que la cuida, etc. etc ¿Y sabes lo que ha hecho mi maridito cuando se la he enseñado? ¡Romperla!" - Que valor tiene el abuelito. - "Le he llamado idiota hasta quedarme afónica. Pero antes le he soltado: ¿Si el Estado le puede pagar todo esto y más al padre de Rajoy, por qué no a nosotros? ¿Dónde está tu influencia en el partido, calzonazos? "

La abuela tiene el pulso alterado. Le tiembla la mano al coger la copa de chinchón que se ha servido. - ¿Quiéres tila en lugar de esto? - "¿Lo dices por los nervios? Hasta de esto es culpable tu puñetero abuelo porque ha huido sin que me diera tiempo a arrearle un pescozón que lo estampara contra el aparador y  dejara allí la dentadura clavada!" - Abuela, baja la voz o vendrá el vecino de arriba. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaa! Mirad quién ha entrado detrás de mi. - ¡Oh, no! - Allí estaba el puñetero vecino, dispuesto a enterarse de todo lo que habláramos. - ¿Estáis tomando chinchón a éstas horas? Vale, tomaré una copita. (dijo, tan fresco) - Tu mujer te llama, lapa... - No he oído nada. - Haz lo que quieras pero atente a las consecuencias. - (Esto, dicho en tono amenazante, surtió efecto, porque la mujer es de armas tomar. Y salió pitando para su casa)

Poco después, la Cotilla nos anunció : ¡Me caso! - Cogí la botella de chinchón y la guardé en la despensa. - No beba más que le afecta a la neurona. - Voy a pedírselo al señor Li. ¡Y seré más rica que tu! (le soltó a la abuela) Y a ésta le dio tal ataque de risa que por poco se ahoga. - No sé a que vienen estas risas. Al fin y al cabo él quiere casarse. Tu nieta ha dicho que no. Y ya sabes el dicho: A río revuelto, ganancia de pescadores. ¡Hasta luego!

La abuela fue a por Pascualita. La cogió sin ningún miramiento cuando, la pobre, dormía envuelta en algas. No le gustó este brusco despertar y se dedicó durante un rato a saltar sobre nosotras con la dentadura de tiburón dispuesta para morder. Pero ni la abuela ni yo hemos nacido ayer y la esquivamos cuantas veces nos atacó. Al final quedó medio noqueada por los porrazos que se dio. Entonces la abuela le explicó lo tonta que era yo, lo trepa que era la Cotilla y le hizo un encargo a la medio sardina: - "En cuanto venga por aquí el señor Li, te tiraré a sus partes blandas y cuando lo tengas bien agarrado ¡te arrancaré de allí con tal tirón que se le quedará la voz aflautada!" - ¡¡¡Abuela!!!

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