sábado, 17 de octubre de 2015

La "suegra"

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaa! ¿No habrás tirado los crisantemos que trajo el señor Li? - Me preguntó, a bocajarro, la Cotilla, recién llegada de sus trapicheos nocturnos. - Están en el cubo de la basura. - ¡Pónlos en agua con una aspirina y los venderé para la fiesta de Todos los Santos! - Ya estarán mustios... - Entonces, mejor los congelamos. - Es usted más agarrada que un chotis. - Cómo se nota que no cobras mi pensión.

La abuela entró diciendo - "¿Habéis sabido algo del señor Li?" - He mirado las esquelas del Diario y no viene su nombre. - "¿Te casarás con él?" - Sigo sin tenerlo claro... - "¡Que indecisa eres!¿No ves que se te está pasando el arroz?" - ¡No me atosigues, abuela, que me entra hambre! Si pudiera casarme en artículo mortis podríamos hacer una gran fiesta en El Funeral al poner su foto en la Pared de los Finados pero, vivo como está, no me hace ilusión. - "¡Hasta aquí podríamos llegar! El señor Li no es socio, por lo tanto no tiene derecho a tener su retrato en la Pared... pero sí la fiesta en su memoria. Lo cortés no quita lo valiente"

Pensé en hacerle una visita en la clínica y me llevé a Pascualita para que, si algún día vuelve a su hábitat, sepa que, a los enfermos y moribundos, se les lleva un regalito. Y le llevé bombones.

El pasillo de la clínica estaba lleno de familiares y amigos del señor Li. Mientras pasaba entre ellos me sentí observada como si fuera una criminal. No me gustó la sensación que noté entre las uñas. como si me clavasen palillos. La habitación estaba de bote en bote y tuve que abrirme paso para llegar hasta la cama - Tendría que llamar a Bedulio para que se encargara de la circulación jejejejejeje. - dije, tontamente, mientras el chino me miraba tras la fina rendija en que se habían convertido sus ojos a causa de la hinchazón de la cabeza. - Yo no leil... Abuela hacel daño. - ¡Que dice, hombre! Si es una pobre anciana. - Milal, chichón goldo. Si tu casal conmigo, no il nunca a casa abuela tuya. Sel peliglosa. - No fue ella... Su primer marido es un fantasma que vive en mi casa y está celoso de usted. - ¿Abuelo antepasado? Oh, yo no sabel. Yo quemal incienso pala él y pedil pelmiso pala casal contigo.

Mientras hablábamos, una mujer se acercó a mi. Tenía unas uñas largas, fuertes y rojas y no me quitaba ojo. Cogió el termo donde llevaba a Pascualita, con afán de quitármelo - ¡Eh, señora. Quieta! - Sel mi madle (dijo el señor Li con voz mimosa) - Dile que suelte el termo. - Ella quelel sabel todo de ti. ¿Lleval chinchón dentlo? Madle quelel plobal. - ¿Por quién me toma? ¿Por una borracha? ¡Es agua, señora! ¡Suelte de una vez, coñe! - ¡Tu no hablal así a madle! (dijo, enfadado el hijito mientras la señora acercaba una garra a mi cara y con la otra mano tiraba con fuerza del termo) - Entonces saltó el tapón y Pascualita fue tras él. - ¡¡¡Gamba golda!!! - gritó mi "suegra" y se armó un cacao de chinos tirados por el suelo buscando la "gamba". La sirena estaba agarrada a la seda roja con dragones dorados y como temía caerse a causa de lo rebaladizo del vestido, hincó los dientes. El grito que salió de aquella garganta puso a todos los chinos de pie al unísono, justo medio segundo después de que yo arrancara a Pascualita de allí y la metiera, a la velocidad del rayo, en mi bolso, todavía con un trocito de carne y otro de seda roja, en la boca.

Inmediátamente el pecho se hinchó de forma espectacular. En aquellos momentos la habitación del señor Li era como el camarote de los hermanos Marx porque, a los chinos de dentro se sumaron los del pasillo. Nadie quiso perderse el espectáculo de ver saltar a la matriarca del clan mientras el pecho seguía hinchandose como un globo aerostático. Eso permitió que pudiera irme sin que me vieran. Por el pasillo corrían médicos y enfermeras a ver a qué venía tanto alboroto.  

Ya en casa y mientras tomábamos unos chinchones, dije: No me caso con el señor Li. Tiene madre.


No hay comentarios:

Publicar un comentario