viernes, 8 de enero de 2016

Crónicas del viaje (3)

Entramos en el Castillo, sobrecogidas. De echo a la Cotilla la tuvimos que empujar para que traspasara la puerta y nos adentramos en plena Edad Media. Andresito, se adelantó para coger un buen sitio en la terraza de una de las cafeterías donde daba el sol, para tomarse una cerveza contemplando el magnífico panorama.

La abuela comentó que siendo, como es, una mujer rica, debía ir a rendir pleitesía al señor del Castillo - ¿Y si es un bruto? - "¿Insinúas que puede violarme?" (me preguntó a su vez) - Por ejemplo. - "Pues... no había pensado en eso... Menuda experiencia si está con la armadura puesta, será como abrir una lata de sardinas. ¡Hasta luego!"

Entró por una puerta más concurrida y nosotras nos sentamos en un banco de piedra a esperarla. Había pasado más de una hora cuando la vimos salir. - ¡Por fin! ¿Qué te ha echo el muy bruto? ¿Llevaba armadura? - "Estoy desconcertada..." - ¿Es guapo? (quise saber por si me animaba a entrar yo también) - ""Visto de cerca, el alimoche no está mal" - ¡Huy! (dijo la Cotilla) Habéis intimado ¿verdad? ¡Incluso le llamas cariñosamente jejejeje!

- ¿Por qué le llamas alimoche, abuela? - "Se llama así" - Que nombres más raros ponían a los críos en la Edad Media.

Una vez cumplimentado el señor del Castillo, dimos una vuelta por el gran patio de armas y fuimos a sentarnos con Andresito. - ¿Va todo bien, chicas? - Sí, alimoche jejejejejeje (le soltó la Cotilla a bocajarro y a mi se me pusieron los pelos de punta. Si se encontraban los dos paladines de la abuela, la lucha sería a espadas y Andresito no tenía ni idea de manejarlas)

Para evitar dramas, la abuela propuso ir a saludar al obispo del lugar. - ¡Ay! ¿Será un obispo enamoradizo? (dije yo, poniendo los ojos en blanco) - "No eres más tonta porque no te entrenas. Iré sola" - ¡No hay derecho! A éste paso nosotras no nos comeremos una rosca (se quejó la Cotilla y tuve que darle la razón) - Pero la abuela ya había partido, camino de la iglesia cuyo campanario sobresalía entre los tejados de las bonitas casas de piedra de los artesanos y mercaderes.

Esta vez la esperamos junto al abuelito, tomando un pincho de tortilla y una cervecita. Al cabo de un buen rato éste dijo. - Parece que tarda tu abuela. Voy a ver qué hace. - ¡¡¡Noooooooooooo!!! (gritamos la Cotilla y yo a la vez) Iremos nosotras. (No podíamos permitir que Andresito encontrara a su mujer entre las faldas del obispo) - El abuelito contempló el paisaje de montañas, campos y ríos que se extendía a nuestros pies detrás de las impresionantes murallas y dijo: - Vale.

Encontramos a la abuela temblorosa, saliendo del campanario. Tras ella se oían lamentos, carreras y gritos misteriosos que nos pusieron los pelos de punta. - "Me he atascado. Me he atascado" (murmuraba la abuela) - Después de comer, mientras el abuelito y la Cotilla dormían la siesta al sol, me contó que subió al campanario por una escalera muy estrecha, agobiante y al regresar se atascó en un recodo imposible. "Grité y el hombre que cobra la entrada me ayudó tirándome de los brazos. Pascualita pensó que me atacaba y saltó del termo de los chinos a la nariz del cobrador. Ahora está echo un Cristo el pobre..." - ¿Y el obispo? -  "¡Y yo que sé!" - Tuve un presentimiento - ¿Y... el señor el Castillo? - "Lleva mil años enterrado en su mausoleo" - Entonces, si no te ha violado ¿a qué a venido eso de Alimoche? - "Es una especie de buitre y es la mascota del museo de animales" - ¿Me estás diciendo que...? - "¡Sí! Es un museo y me han cobrado cuatro euros para entrar"


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