miércoles, 13 de enero de 2016

El pelucón.

Unos golpes me ha despertado de madrugada. Y seguramente a media vecindad. Me sobresaltaron y antes que asustarme, me ilusioné pensando que los bomberos del calendario venía a salvarme de un incendio... pero no olia a quemado y se me ha encogido el corazón hasta casi desaparecer. - ¡¡¡Ladrones!!! - he gritado a los cuatro vientos.

Como farolillos de una verbena de barrio, se han ido encendiendo las luces de las habitaciones en las casas vecinas. - ¿Qué ocurre? (dijo una voz somnolienta) - ¡Ladrones! (gritó alguien) - Esta noche se han puesto todos de acuerdo para ir a trabajar, pensé.

Alguien llamó a los bomberos - ¡Perdona, bonita, pero vendrán primero a mi casa! grité a la voz queriendo dejar las cosas claras - El guirigay siguió hasta que cesaron los golpes. No sabía qué hacer hasta que la responsabilidad... o la curiosidad, me arrastró hasta la cocina. - ¡¡¡Cotilla!!!

- ¿Los golpes los daba usted? - Sí. He tenido una idea genial para ganarme unos euros y poder llegar a fin de mes. - Miedo me da. - A ver si te crees que solo puede tener buenas ideas tu abuela. Me voy a forrar.

Sobre la mesa de la cocina había un montón de fregonas a las que les faltaba la parte de arriba donde se enrosca al palo. - ¿Fregonas? ¿Por qué las rompe? Así no sirven para nada. - ¡Ya lo creo que sí! A ver, pónte una en la cabeza... - ¡Ni hablar! No son horas de hacer el ridículo - Bueno, me la pongo yo... mira. ¿Qué ves? - A usted con un mocho en la cabeza. - ¿Y si me hago así? (apartó los hilachos a ambos lados de la frente) ¿A qué estoy total? - Sí. Totalmente loca. - ¿Quién soy? - La Cotilla... - y partí hacia mi habitación. - ¡Tienes la imaginación en los pies! Mirame bien. Soy el nuevo President de la Generalitat catalana! - Me volví hacia ella entornando los ojos - ¿El del pelucón? - ¡Efectivamente!

Unas horas más tarde, mientras desayunábamos, llegó la abuela y en lo primero que se fijó fue en Pascualita, camuflada entre latas de sardinas en la estantería donde estaba Roberto, la cabeza jivarizada. La pobre estaba impaciente por haberse quedado sin cola cao. Y no podía dárselo mientras la Cotilla estuviese allí.

- "He pensado en tu idea y la he mejorado.¿Vamos al cincuenta por ciento en las ganancias?" - ¿Qué se te ha ocurrido? - "Teñir los mochos de colores para alegrar el invierno" - No está mal. - "¡Está muy bien! ¿Qué me dices?" - De acuerdo. - Sellaron el pacto con sendas fregonas coladas, con cortinilla, en la cabeza y unas copas de chinchón. 

Pascualita saltó sobre la Cotilla con los dientes por delante y en un momento su fregona quedó deshecha pero su cabeza quedó intacta. - Parece que tengo algo en el pelo. - "Una mosca. ¿Otra copita?" - ¡Ni se pregunta!

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