sábado, 23 de enero de 2016

Invasión.

Llegaron a casa muy temprano. Ni siquiera se oyó el claxón de un coche o las protestas del conductor del autobús cuando Geooorge aparcó, como siempre en su parada. Porque era muuuy temprano. Los autobuses aún dormían en sus cocheras y los coches que circulaban por Palma eran escasos.

No los oí entrar porque usaron su llave. Ni siquiera escuché ruidos en la habitación contigua porque andaron de puntillas... para no despertar a Pascualita, me dijeron luego.

Fue el aroma del café recién hecho que llegó a mi naríz cruzando el pasillo que unía mi cuarto con la cocina. Inmediatamente me entró hambre. Después intriga. Luego me dejé caer en la cama al pensar que la Cotilla había vuelto de sus trapicheos y estaba desayunando. No me apetecía nada verla y opté por seguir durmiendo.

Cuando sonó el despertador me levanté y caminé como una sonámbula a prepararme mi taza de cola cao. En el fregadero había tres tazas sucias... ¿la Cotilla se había traído unos "amiguitos" para montar una orgía en MI CASA?

Mi buena educación y mi alto sentido de la decencia no podían dejar pasar algo así. En MI CASA, ¡NO! Por eso y sin sin llamar previamente, empujé de golpe la puerta de su dormitorio para pillarlos infragantis... Nunca he visto una orgía y no quería perdérme esa visión por nada del mundo.

Pero si allí hubo una fiesta sexual, no quedaba ni rastro de ella. Los ronquidos de la Cotilla eran como cañonazos. Entonces ¿de quién eran las tres tazas? - ¿Ladrones? me dije ilusionada. Nunca se sabe dónde puede surgir un planazo.

Metí a Pascualita en mi escote por si necesitaba un arma de destrucción masiva. El rugido de un león a mi espalda me erizó el pelo. Lentamente  me di la vuelta para encontrarme, cara a cara, con... Geoooorge durmiendo a pierna suelta en el sofá de la salita. - ¿Qué hace éste aquí? - Mi cabeza procesaba todas las probabilidades a velocidad de la luz: - La abuela lo habrá hechado... Andresito lo habrá puesto en la calle por intentar camelarse a su madre, la Momia... Se habrá cargado el rolls royce... En éste caso no estaría en mi casa sino en la Morgue.

Decidí que ya me devanaría los sesos más tarde. Ahora tocaba desayunar. Le expuse la idea a la sirena que aprobó mi decisión haciendo la señal de OK con sus deditos. Así que, una vez en la cocina, la coloqué sobre el frutero desde el que saltó a su taza de cola cao en cuanto la puse sobre la mesa. Cuando la puerta de la cocina se abrió de repente dando paso a los abuelitos, Pascualita pasó, directamente, de la mesa a mi escote, tan deprisa que Andresito no tuvo tiempo de verla... pero sí de regañarme: - ¡No te da vergüenza! Tan mayor y tan guarra ¡Mira como lo has puesto todo!

Cuando la cocina se convirtió en el camarote de los hermanos Max al acudir todos a desayunar, la abuela explicó que iban a quedarse unos días en MI casa para apartar a Andresito del estrés que le suponía la situación política de su partido, porque los vecinos que no paraban de preguntarle: Ya sabes a quién debemos preguntar ahora: ¡¿Qué hay de lo mío?!


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