miércoles, 20 de enero de 2016

La abuela me riñe.

- "¡Nenaaaaaaaaaaa! ¿No estarás durmiendo?" - Sí... Lo estaba. - "Con la que está cayendo y ella tan pancha" - ¿Quién es "ella", abuela? - "¡Tú, boba de Coria!" - ¿Está lloviendo? - Por toda respuesta sentí que algo me golpeaba en el pecho. Salté de la cama como si tuviera un resorte. - ¡¿Qué es esto?!... ¡¡¡¿Pascualita?!!! - Cogí a la sirena por la cola y la tiré sobre mi cama.

Entonces vi a la abuela. Estaba ante mi, con los brazos en jarras y cara de pocos amigos. - ¿Qué haces aquí? ¿No estábamos hablándo por teléfono? - "¡Mira. No sigas entrenándote porque ya no puedes ser más tonta!"

No sé que hora sería pero en la calle, que veía a través de la ventana de mi cuarto, solo alumbraban las farolas, el resto estaba oscuro como boca de lobo. Fui a protestar por el allanamiento de morada pero los ojos inyectados en sangre de la abuela, me lo impidieron. - "¡Que vergüenza de nieta! ¿Cómo voy a salir a la calle ahora?"

No tenía ni idea de qué me hablaba. Así que me pellizqué porque estaba segura de que aquello era una pesadilla pero no, porque me hice daño. - "¡Robaste a mis amigos!" - ¿Yoooooo? ¿No sería la Cotilla? - "¡No te hagas la despistada. Ya sabes a qué me refiero!"

Pascualita se acercaba reptando hasta mi. Había sacado la dentadura de tiburón a pasear y sus intenciones no podían ser peores - ¡Que he hecho yo para tener un despertar tan horrible! (exclamé mientras me apartaba de la cama) Pascualita, que ya había iniciado el salto para morderme, en defensa de la abuela, supongo, se dio de morros contra el suelo y quedó aturdida - "¡Mira lo que le has hecho a la pobre!"

La "pobre" durmió el rato que tarde en ir a la cocina y prepararme un cola cao. En cuanto me senté a beberlo se espabiló, entró en la taza y se dedicó a dar saltos mortales hasta que todo estuvo sobre la mesa. Pero no era el momento de enfadarme con ella. No estaba el horno para bollos. Cogí una cañita y sorbí el líquido.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaa! Mirad cuántas cosas traigo: había un montón de bolsas llenas de embutidos junto a los foguerons. - ¿No eran de nadie? - Pues... no creo porque la gente ya estaba comiendo. - ¿Lo preguntó, al menos? - No se me ocurrió. Ya sabes lo que pasa sí preguntas, que empiezan a salir "dueños" de todas partes. - "¡Mira quién fue a hablar! ¿Acaso preguntáste tú cuando cogiste la comida de mis amigos ricachones?"

¡Así que el enfado era por eso! -  Me habíais dejado sin cena... Y tenía hambre. Además, ellos se estaban comiendo lo mío. - "¡Lo tuyo, lo tuyo. Egoísta!" - ¡Me robaron mi comida! - "¡Y tú sus chuletones! Y encima, te vieron" - No me dijeron nada. - "Porque tenían la boca llena de pan tostado y botifarrones" - ¡Mios!

Al final discutíamos por señas. Eran tantos los golpes que daban los vecinos que no nos oíamos.

Cuando la abuela se fue, una lluvia de cañitas inundó la cocina. Pascualita había descubierto que, soplando, las cañitas vuelan. 

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