viernes, 15 de enero de 2016

¿Pompas... fúnebres?

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaa! Nos estamos forrando con las fregonas teñidas. Y ahora vamos a innovar algunas poniéndoles rastas. ¡Madre mía, que chollo! - La Cotilla ha llegado henchida de orgullo. Me ha dicho tu abuela que me des un calcetín de los gordos. - ¿Mío? - Claro. ¿Para qué quiere uno? - Para guardar los euros que estamos ganando. - Eso se guarda en el banco, mujer. - No, que todavía no soy rica y me lo quitará Hacienda.

Llamaron a la puerta. Era Blas el Parado con cara de circunstancias. - ¿Vienes a por más croquetas? - No tengo a quién venderlas. Que poco dura la alegría en casa del pobre. ¡Se han ido la Infanta, su clá y el resto del personal! - ¿Ya ha terminado el juicio? - ¡Yo que sé! Como la Infanta ha dicho que es inocente y devolverá el dinero... Dile a tu abuela que siga haciendo croquetas. Tal vez vuelvan algún día.

Se marchó arrastrando su tristeza por las baldosas...

- ¿No podrían darle trabajo a Blas! - ¡Ni hablar del peluquín! - Que haga él las rastas... - ¡Que no! - O que tiña las fregonas... - ¡He dicho que nones! - ¿Por qué? - ¡No pienso repartir con nadie! - ¡Pues van a meter a su gurú en prisión por avaricioso. Como usted!  (dije para fastidiarla)

La Cotilla perdió el color de la cara, se tambaleó y cayó al suelo como un saco - ¡Se ha muerto! (grité, asustada) ¡Yo no he sido! - Corrí al teléfono. - ¡Abuela, la Cotilla se ha muerto! - "No hay mal que por bien no venga ¡Todas las ganancias serán para mi!" - ¡Ven deprisa! - "¿Para qué correr si ya esta fiambre?" - ¡No sé qué hacer! - "Llama a Pompas Fúnebres"

- Perdone... ¿Hacen pompas aquí?... Pompas... Es que tengo un... ay ... cadáver... ¡que repelús! aquí y... ¿Una broma? No, señor... Está muerta... ¿Dónde quiere que vaya?... ¿A tomar por s...? ¡Oiga! que estoy hablando de cosas serias. ¡Menudo genio!

Afortunadamente, la abuela llegó a casa. - "¿Has llamado?" - Sí, pero no me han echo caso. - "¡Que cruz tengo contigo! Vamos a ver a la Cotilla" - Está en... la salita. - "Trae a Pascualita" - ¿Quieres que vea como es un muerto? - "Quiero que me demuestre que está muerta" - Ya te lo he dicho yo. - "Eso y nada es lo mismo"

La abuela tomó a la sirena por la cola y la tiró sobre la pobre vecina que yacía en el frío suelo, tiesa como un bacalao. Pascualita, que tiene el genio corto, pensó que no era tratada como es debido y hundió sus dientecitos de tiburón en uno de los raquíticos pechos de la Cotilla. Yo la desplacé un poco hacia el otro para que, por lo menos mientras estuviera de cuerpo presente, tuviera un buen aspecto.

Dos o tres mordiscos después, el color volvió al rostro de la mujer, se puso en pie de un salto, gritando, llorando y corriendo como un guerrero siux bailando para pedirle a Manitú que lloviera.

- ¡Cotilla, que alegría! (y la abracé con fuerza) - ¡Quita, maldita. Has querido matarme! - Me sentí muy herida y repliqué. - ¡Lo de Rato es verdad, para que se entere! - Volvió a tambalearse pero la abuela la tentó con la botella de chinchón y se lo pensó mejor - "Nena, trae unas copas y brindemos ¡Por la vida!"





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