lunes, 22 de febrero de 2016

La gripe.

Me duelen TODOS los huesos. Los he contado y no ha fallado ninguno. La cabeza me duele, mi nariz es como un grifo mal cerrado que gotea sin cesar. Y toso, toso y toso como un viejo fumador empedernido. Mi caja torácica es un tambor afónico y estoy más muerta que viva... ¿Quién tiene la culpa de que esté con la GRIPE?... ¡La abuela!

¡Ella es la culpable! Por eso la he denunciado a los municipales -¡Me ha pegado la gripe! - le he dicho a quién cogió el teléfono. - ¡Es el peligro público número Uno! ¡¡¡Arrestenlaaaaaaaaaa!!! - ¿Cómo lo ha hecho? ¿Le ha hechado el aliento en la cara? ¿Le ha tosido encima?... - ¡¡¡Nooooooooooooo!!! ¡Ha traído la Gripe a mi casa! - Al final, el funcionario me ha recomendado que tomara un vaso de leche caliente con coñac y una aspirina y que sude. Pero no me he conformado. - Vale, pero primero, deténganla o seré yo quién cree una pandemia de gripe por toda la Ciudad. - ¿Tiene usted pruebas de que ha sido su abuela? (me dijo el guardia en tono concialiador) - ¡¡¡Cientos de pruebas encerradas en una caja de taperwere!!!

Ahora estoy esperando que vengan a por ellas, saquen el ADN para convencerse de que digo la verdad, y enchironen a la abuela junto con los corruptos. Lo siento por ellos que también acabarán griposos pero creo que ya no quedan celdas libres.

Bedulio ha llegado sin entusiasmo alguno- - Me mandan para que averigüe de qué tonterías hablas. - ¿Consideras que una gripe es tontería, sobre todo si te la han pegado? - No se dice pegado sino, contagiado. Y como no puedo perder tiempo, dame las "pruebas" (¿había recochineo en su voz? ¡Naturalmente que lo había!) que en el Cuartel tengo cosas más serias que hacer.

La fiebre me subió hasta más allá de los cuarenta grados preceptivos. - Voy a buscarlas... ¿podrás quedarte solo unos minutos a pesar de estar rondando por aquí el fantasma de mi primer abuelito? (mi voz sonó angelical) - Se le cambió la cara y la pose. Ahora parecía más humano. - Ya no tengo... miedo de ... esas cosas. He ido a terapia y he... mejorado mucho. - No sabes cuánto me alegro, Bedulio. (y cuando iba por el pasillo, camino de mi cuarto, grité) ¡No le asustes, abuelito! ¿No ves que está de servicio? (me asomé y vi a pobre Bedulio, temblando como una hoja y mirando a diestra y siniestra.

Antes de volver al pasillo, abrí la caja grande de taperwere y al llegar junto al Municipal hice como que tropezaba - ¡Abuelito, ya está bien de bromas! - y todo el contenido cayó sobre él. - ¡¡¡Aaaaah!!! ¿Qué guarrada es ésta? - Cientos de pañuelos llenos de mocos de la abuela. - ¡Por qué los tienes tú? - Mandó a Geooorge que los trajera para que nadie, en su casa, se contagiara... ¡Atchís! - ¡Está mal de ... ¡atchís! la cabeza! ¿Por qué los guar... ¡atchís!... das? - ¡Son... ¡atchís... pruebas de que... ¡atchís! digo la verdad! - ¡¡¡Llévate... ¡atchís!... los de aquí ¡atchís!!! - gritó despavorido Bedulio pero, lo que le dio la puntilla fue escuchar esto: - ¡¡¡Atchis!!! ¡¡¡Chof!!!  ¡¡¡Atchís!!!  ¡¡¡Chof!!!... - Era Pascualita, también contagiada, que a cada estornudo saltaba fuera del agua del acuario. Bedulio corrió escaleras abajo como alma que lleva el Diablo... porque él creía que, realmente, el Diablo tenía algo que ver en todo esto.

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