domingo, 7 de febrero de 2016

Primer premio al disfraz más original.

El teléfono no ha parado de sonar toda la noche. Que pesada la abuela. He acabado por no cogerlo.- "Nena, disculpa si te pillo en plena faena. Solo quiero saber si va bien la cosa" - Al principio no sabía de qué hablaba. - "De hacer un biznieto, boba de Coria... ¿aún estás en los preliminares?" - La abuela pensaba que estaba procreando a su primer biznieto. Cualquiera le dice que no.

Los admiradores que me rodearon mientras desfilábamos con nuestros disfraces con las comparsas, se fueron apartando de mi cuando vieron que el pecho no dejaba de crecer, de expandirse, de salirse de madre y amenazar con asfixiarme cuando su volumen sobrepasó mi nariz. Por un momento pensé que explotaría como un globo y los restos de mis apéndices mamarios tendrían que recogerlos de las copas de los árboles.

Algunos reían pensando que era una broma de Carnaval pero, cuando vieron que no podía respirar, se asustaron. Menos mal que, antes de desaparecer, uno de mis admiradores que debía ser el manitas del grupo, colocó una caña, en horizontal, entre el pecho y el vestido y dejé de sentirme tan ahogada.

Como la hinchazón seguía su camino ascendente y expansivo, en cuanto toda aquella masa de carne, que parecía haber sido tratadada con Clembuterol para engorde rápido, llegara a la altura de mis ojos, dejaría de ver,  decidí largarme y refugiarme en casa. Además, no quería que me detuvieran por escándalo público porque a punto estaba de quedarme sin vestido igual que El temible Hulk se queda sin camisa cuando se transforma en súper héroe.

Corrí todo lo que me permitieron mis pulmones ahogados, entre silbidos de admiración y de estupor, de hombres y mujeres. De repente un municipal me cerró el paso. - Tiene que venir conmigo. (dijo, muy serio) - ¡Bedulio! ¿Qué haces aquí? - Trabajar... Te veo rara... ¿Te has cortado el pelo? - No. - El alcalde quiere darte el primer premio al disfraz más original. - Que me lo mande por correo. - Es una órden del Alcalde ¡vamos! - Me cogió de la mano y tiró de mi.

Los ojos les hacían chirivitas a quienes estaban en el palco de autoridades y el Alcalde se las vio y deseó, para ponerme la medalla de ganadora. Normalmente van en el escote pero no le quedó más remedio que hacerlo encima del culo. Era el único sitio que, todavía, guardaba su forma natural.

Llegué a casa y me encerré en mi cuarto. No pensaba salir de allí hasta que volviera a mi talla de sostén. Me avituallé lo mejor que pude, con agua, leche, frutas, fiambres, pan y la botella de chinchón. Después cerré la puerta por dentro... Habrá que tener paciencia.

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