jueves, 10 de marzo de 2016

El tercer grado.

La abuela me ha llamado para invitarme esta tarde a El funeral. Me he quedado de una pieza porque es algo que no suele ocurrir. - "Trae a Pascualita" - ¿Para qué? - "Para que vea el ambiente y aprenda por si, cuando vuelva a su hábitat, quiere montar una cafetería como la nuestra"

Así que me he pasado la mañana pensando en qué voy a ponerme para ir allí porque todos y todas van de punta en blanco. La primera, la abuela, siempre llena de brillos, plumas y colorines. a medida que se acercaba la hora en que habíamos quedado, me fui poniendo nerviosa como una novia ante el altar.

Pasaron a recogerme con el rolls royce. La abuela me miró de arriba abajo con su ojo clínico. - ¿Voy bien? (pregunté temerosa) - "Sabiendo de tu nulo concepto de la elegancia... no estás mal" .

El Funeral estaba de bote en bote. - ¿Qué se celebra? - "Un auto de fe" - ¿Perdona? ¿Has dicho lo que he creído entender? - "Si has escuchado auto de fe, sí" - La gente se acercó a saludarme y empezaron los brindis con chinchón y el ambiente se fue calentando hasta que Andresito, cogiéndome del brazo, dijo que me acompañaba a mi sitio. Junto a la pared de los Finados había un banquito rústico que no parecía muy cómodo. - ¿Aquí? (pregunté, incrédula)

Una vez sentada, la luz del local perdió intensidad y los parroquianos se colocaron en semi círculo delante de mi. Nadie me quitaba ojo. Pensé que se me había corrido el rímel (¡eso me pasa por comprarlo en la tienda del señor Li!) De pronto, la abuela se puso en pie y señalándome con un dedo, gritó: - "Vas a ser sometida al Tercer Grado. Si pensamos que dices la verdad serás absuelta. En caso contrario, arderás en la hoguera" - La abuela me quitó el termo de los chinos y lo colgó de su cuello. Vi asomar la fea cara de Pascualita a través de una rendija. Y sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo, empezó el interrogatorio. - "¿Tienes novio?" - Eh... Sí, sí. - ¡Mentira cochina! (gritó Conchi a la que se veía demasiado incisiva y con una borrachera como un piano) - Todos los presentes acabaron preguntando... El último fue... ¡U! - ¿Qué pintas tú aquí? - Soy un miembro más del club. Hoy es mi primer día. - ¡Traidor! ¡La que te paga para que estés conmigo, soy yo! - Un clamor se levantó hasta el techo.

Se había destapado el pastel y fui declarada culpable. Todo el mundo estaba encantado con U. Era el héroe de la noche. La abuela lloraba por los rincones por haber perdido un buen nieto político. Uno y otro hablaban al dictado del alcohol que habían trasegado. - "¡¡¡Me gusta éste nieto!!! ¡¡¡No quiero otro!!!

Debajo de mi silla pusieron bombillas rojas que, al encenderse, hacían de hoguera. Y allí me quedé hasta la hora de irse a casa, si comer ni beber mientras los demás se atiborraban

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