sábado, 26 de marzo de 2016

Toribio encuentra trabajo.

Las calles de Palma chirrían. Y así se tirarán unos días a pesar del sol que calienta la cera, caída de los velones encendidos de los nazarenos durante el recorrido de las procesiones. Y no son solo los coches los escandalosos, los zapatos también. Al principio es divertido escucharlo pero cuando llevas el sonido mucho tiempo pegado a las suelas de los zapatos, empiezas a tensar los nervios y ponerte de mal humor.

La abuela ha venido a buscar al nazareno que encontró junto a una gasolinera. Y mucho antes de que el rolls royce aparcara en la parada del bus que hay debajo de casa, lo he oído venir. Llamé a la abuela al móvil. - ¿Venís chirriando? - "¿Lo estás oyendo? Es el sonido de la Semana Santa" - ¿No son las saetas? - "¡Que va, mujer! Este es el genuíno" (al llegar preguntó:) ¿Dónde está Mariano?" - En la Moncloa. - "¿En serio? Cuando lo encontré no pensé que fuera tan importante" - ¿Cuándo has estado en Madrid? - "Hace ya más de un año" - ¿Y dónde lo encontraste? - "¿A quién?" - ¡A Mariano, abuela! - "¿No te acuerdas que te lo conté? ¡Qué cruz tengo contigo!" - Eso fue el nazareno y yo te hablo del Pinocho mayor del Reino. 

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! Se os oye desde la calle. - "Mejor, así sabrán que tonta es mi nieta, si no lo sabían ya" - Sí que lo saben porque yo lo he dicho muchas veces. - ¡Muchas gracias, Cotilla! - De nada, hija... ¿Dónde está vuestro invitado? - "No tengo ni idea. Esta dice que está en la Moncloa" - ¡Ostras! - "Pues sí. Parece que encontré un pez gordo" - ¿A quién has llamado Mariano, abuela? - "Al nazareno, porque no sé como se llama" - ¿Y tiene que ser Mariano? - "Es el nombre que tengo más socorrido ¡Qué más da!"

En ese momento entró el nazareno en la cocina. - ¿Puedo desayunar? - ¿Cómo se llama usted? - Toribio. - ¡Vaya, por Dios! No es raro que lo abandonaran en la cuneta. - ¡¡¡Cotilla!!! - Tendría que llamar a mi mujer... - La abuela dijo que lo haría mientras él desayunaba. Cuando volvió traía cara de circunstancias. - "Dice su mujer que no le dejó abandonado para que se lo devolvieran a los dos días. Me parece un razonamiento justo" - ¡Pero, pero... ¡No puedo ir vestido así por la calle! ¡Necesito mi ropa! - ¡Ni con esa cabeza! Ahora entiendo porque lleva ese gorro (soltó la Cotilla) ¿Estáis seguras de que no es un marciano?...

El hombre estaba desconsolado. La abuela sacó la botella de chinchón y un rato después tenía una solución para su rescatado. - "Gracias a esa cabeza puntiaguda puede ganarse unos euros trabajando en El Funeral. Montaremos un campeonato en el barrio de tiro con aro. El que más aros consiga meterle, ganará un premio ¿qué le parece, Toribio? - Degradante. - "¡Vaya, un tiquismiquis! Si no le gustan los aros, que sean sombreros o boinas... no sé. Sería divertido" - Le dije a oído a la abuela que la cabeza perdería la forma de cono en pocos días. - "Pero con un repaso de Pascualita volverá a tenerla igual en un santiamén. Nos vendrá bien renover los juegos" - Unas cuantas copas más de chinchón hicieron el milagro y Toribio quedó contratado. 

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