lunes, 4 de abril de 2016

Amores que matan.


 Estaba teniendo un tranquilo desayuno junto a Pascualita hasta que desde el pasillo me ha llegado la voz alterada de la Cotilla - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaa! Ay, nena, vengo descolocada. Trae el chinchón para que me nuble el entendimiento. - ¿Tan temprano y ya empinando el codo, Cotilla? - Fíjate si estoy mal que no tengo ni ganas de comer. - Pues pensaba hacer gambas a la plancha...- Vale, comeré contigo. -  No me gusta que se sacrifiquen por mi como hace Nuñez Feijoo por los gallegos. 

 A partir de este momento, la Cotilla no me dejó ni a sol ni a sombra. Menos mal que me dio tiempo de meter a la sirena en una pecera que tengo en la despensa por si hay una urgencia como ahora. Así no hay necesidad de "encestarla" en su acuario - ¿Cuántas gambas nos tocan por cabeza? (quiso saber la vecina) - Quince.

Me había hecho ilusiones de ponerme tibia de gambas y ahora tengo que conformarme con la mitad ¡Que negocios más tristes hago! (pensé) - Cotilla, voy a la carnicería a por pechugas de pollo  para no quedarnos con hambre. - ¿Pollo? ¿Te refieres a... carne? - Sí. Carne de pollo concretamente. - ¡Ni me la nombres! - ¿Preferiría un chuletón de buey, verdad? ¡Y yo, pero no está el horno para bollos! - ¡Deja la carne en paz, coñe!

Ya se había bebido un cuarto de botella y le ofrecí un ibuprofeno. - Tenga, algo le arreglará la pastilla ésta. - ¡Déjame de potingues, boba de Coria! La fobia a la carne se me pasará en cuanto olvide la noticia que he leído. Te la resumiré: Matrimonio. Ella rusa. El alemán. Ella, joven y exhuberante. El, viejo y canijo. Mala combinación, sumada a mucho trasiego de alcohol ¡Hay que ver como bebe la gente! ... (miré de reojo la botella de chinchón. El líquido seguía bajando)  No había amor. Solo peleas y visitas de la policía. La última bronca se saldó con la muerte de él. Violencia de género.  - Me está contando la triste repetición de la historia de siempre y sigo sin entender lo de la carne, Cotilla.

- Hay un tercero en discordia. - ¡Ya salió el amante! - Igual que en la historia amorosa de Andresito y tu abuela, que acabará como el rosario de la Aurora por culpa de la querencia que tiene ella hacia Pascual. Mira que se lo he advertido veces... Aunque si, al final, me quedo con la Torre del Paseo Marítimo, no habrá mal que por bien no venga. - ¡¡¡Cotilla!!! siga y no diga mas tonterías - El Tercero del que hablo es un perro. - Hay quien se enamora de quién menos se lo merece. - ¡Que cruz tengo contigo! Si te digo que es un perro es porque tiene cuatro patas, un rabo y ladra.

- ¿Hacían trío amoroso con el perro?... ¿Y qué tal se lo pasaban? - ¡¡¡A mi que me cuentas!!! En éste caso, el perro ha sido el más beneficiado. Ella le dio de comer la carne enjuta de los brazos del alemán. - ¿Al perro? - Pues sí. - Se le habría acabado el pienso y pensaría que, a falta de pan, buenas son tortas... ¿no? - ¡No sé para que te cuento nada! ¿Comemos? - ¿El qué? - ¡¡¡Las gambas!!!

Mientras la Cotilla se repantingaba en su silla, entré en la cocina. En la encimera, un bicho extraño, gordo, con unas antenas tipo Bigotes de gamba, que le salían de la boca; los ojos bizcos y la respiración entrecortada, intentaba reptar hacia algún lugar. A su lado un plato, escandalosamente vacío, donde antes había treinta gambas como treinta soles, lo delató ¡¡¡La jodía de Pascualita se las había comido todas y estaba a punto de reventar!!! - ¡¡¡La madre que te parió, bicho del demonio!!!

De treinta gambas pasé a quince y de éstas a ¡NADA! - Cogí a la sirena por la cola, hice un molinete con ella sobre mi cabeza y la lancé, furiosa, al acuario deseando fallar el tiro y despanzurrarla contra el cristal pero tengo ya tanta práctica que mis tiros rayan la perfección. Y entró límpiamente en el agua, sin salpicar nada. Segundos después se acurrucó sobre la arena  del fondo y se tapó con las algas para dormir una siesta reparadora.

Me asomé al comedor y pregunté: - Cotilla, mejor comemos una ensalada de sobre... ¿vale? - La vecina no contestó. Le había tomado a delantera a Pascualita y roncaba apoyada en la mesa.  




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