domingo, 24 de abril de 2016

Batalla campal.

Hemos pasado la noche en el cuartelillo, los compañeros de la Cotilla y mi familia, Pascualita incluida. Y todo por el escándalo que montamos en la Plaza Mayor. A mi me sublevó ver mis cosas, robadas y a la venta, por la caradura de la Cotilla e intenté llevármelas por las bravas. El sordo que, al principio se frotaba las manos creyendo que hacían una buena venta, se puso violento al ver que los tiros no iban por ahí. Y focejeó conmigo, gritando y dando mandobles. Reaccioné arreándole una patada en la espinilla que lo dejó sin respiración un rato.

La Cotilla, al grito de ¡¡¡Nos están robando!!! puso en pie de guerra a todo su equipo y vinieron a por mi. Fue el momento en que la Momia salió en mi defensa dejándose caer sobre los jubilados chillando ¡¡¡Me matan, me mataaaan!!! Andresito, que no se había enterado de lo que pasaba por estar mirando libros en otra parada, corrió a salvar a su madre y recibió un tomo de Caballo de Troya en plena cara. La abuela se quitó sus estilettos para clavarlos, donde buenamente pudo, al enemigo.

El griterío era ensordecedor. La Cotilla saltó a mi espalda golpeándome con los talones como si yo fuera Babieca y tuviera que correr a luchar contra los molinos. La gente que nos quería separar acababa cobrando como los demás y la pelea se fue extendiendo a toda la plaza.

Pascualita debía dormir porque no se inmutó. Al poco rato nos vimos transportados por los aires sin ningún miramiento. Pensé en Harry Potter y me emocioné. Ibamos a tener una aventura mágica; algo que contar a mis nietos el día de mañana: Un Día del Libro Harry Potter nos libró de las garras de unos jubilados, cercanos a la miseria, que querían traficar con la cultura de mi casa. El mago inglés debió ser llamado por Geooorge, sino no no me lo explico porque no conozco a ningún otro ciudadano británico. Ayudado por su Varita Mágica y un extraño sortilegio, nos llevó por los aires hasta depositarnos en... ¡el cuartelillo de la Policía Municipal!

Bedulio, desencajado por el esfuerzo de luchar a brazo partido contra nosotros que no nos dejábamos detener, estaba muy cabreado. - ¡No les da vergüenza atracar a pobres jubilados! - ¡¡¡Ellos me han atracado a mi!!! - ¿Y te llevas a tu bisabuelastra para que te defienda? Que cobarde. - ¡Oiga, joven! A mi nietastra la trata usted con respeto o voy y le pido al Rey Alfonso XIII que le degrade a guardia raso!

Apareció un hombre uniformado y todos se cuadraron. Era el jefe. Y con un gesto de ordeno y mando, impuso silencio al momento. Entonces Pascualita se despertó. Asomó la cabeza bajo el tapón del termo de los chinos y estirando el cuerpo, dolorido por tantas horas en la misma posición, tomó impulso y se lanzó sobre la espesa cabellera de quien tenía más a mano: el Jefe.

Como un gato furioso, mordió, arañó y tiró del pelo... y ambos, peluca y sirena, cayeron al suelo hechos un revoltillo. Quedamos sobrecogidos pensando que había arrancado la cabellera como si fuera un indio siux. Mondo y lirondo quedó la cabeza del jefe que estaba rojo de ira.

Rápida como el viento, cogí a Pascualita, le arranqué el peluquín, del que ya quedaba muy poco, y la guardé en el escote. Esta mañana, cuando nos han mandado a casa, he ido la admiración de guardias y presos porque mis tetas han crecido muchas tallas esta noche, después de que la sirena me mordiera, enfadada por pasar tantas horas incómoda.

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