jueves, 28 de abril de 2016

Humedades.

Hoy me ha dado por mover muebles ya que ha amanecido un día feísimo: lluvia, frío y viento... ¿Pero no teníamos que ir ya a la playa? ¿Y qué me he encontrado?: ¡Una pared llena de humedad!

Se me han puesto los pelos de punta ¿Humedades en casa? No puede ser. Me he puesto a pensar en tuberías y no recuerdo que ninguna pase por esa pared. Por lo tanto me enfrento a un misterio de los gordos.

Descartada la tubería rota, he llamado a la abuela: - "¿Y qué quieres que haga?" - Aconséjame, por lo menos. - "Te diré lo que haría yo. Llamaría al fontanero más caro, que en su nómina tuviera albañiles, pintores-decoradores con una extensa lista de colores y tonos para que, una vez reparada la avería, si es que la hay porque cualquiera se fía de ti, te dejen una pared tan perfecta que puedas ponerle un marco" - ¿Y eso que vale? - "Un ojo y parte del otro" - Abuela, que soy mileurista. - "Y yo rica" - ¿Y no recuerdas lo que hacías cuando no lo eras? - "Esa es una parte de mi vida que he olvidado"

- ¿Por qué no me mandas a Geooorge? tal vez él sepa algo de fontanería... - "¿No querrás que el trabajo te salga por la patilla, verdad?" - Era una idea... - "¿Tan grande es la humedad?" - Enorme. Pascualita está encantada con ella porque salen hasta peces de colores. - "¡Llama en seguida a Iker Jiménez y nos forramos!" - Pero si tú ya lo estás. - "Con este modo de pensar ¿cómo quieres llegar a rica?"

La sirena se ha acercado, reptando, hasta la pared damnificada. Se ha pasado un rato mirando las manchas y después ha lamido la humedad. - ¡Pascualita, no seas guarra! - Por toda respuesta ha sacado la mini dentadura de tiburón a pasear. A buen entendedor pocas palabras bastan, así que he aprovechado la circunstancia para ir a hacer algo de provecho: hablar con fontanerías. ¡Me han pedido el oro y el moro por un arreglo de nada! Además de tener que esperar no sé cuantos meses para que vengan.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! - El grito de la Cotilla me ha recordado que Pascualita está suelta por casa. He corrido a buscarla antes de que la vecina la vea y por poco me caigo redonda al suelo: ¡la sirena se ha comido la pared y ha entrado en la despensa por el agujero que ha echo la muy jodía! Y allí estaba la solución al misterio: las garrafas de agua de mar que guardo para llenar el acuario del pequeño monstruo.

Las tengo apiladas de seis en seis y siempre cojo las últimas que lleno en lugar de las más antiguas. El peso y el tiempo que llevan allí ha hecho que se abran agujeritos en el plástico y los chorritos han ido minando la pared, de arriba abajo. ¡Y la vecina ha llegado, como siempre, en el momento más inoportuno. - ¡Nena, voy a encender unos círios a Mario Conde. Ves poniéndome un chinchón mientras tanto! - ¡La madre que la parió! - ¡¿En serio?! ¡¿Ya lo sabe tu abuela?! - ¿El qué, cojona? - ¡Que estás embarazada! ¡¿Y cuándo dices que vas a parir?!

No hay comentarios:

Publicar un comentario