sábado, 14 de mayo de 2016

Adiós, tiburón, adiós.

El tiburón ha muerto ¿qué tenía el tiburón? Ahora, como en las series de televisión policíacas, hay que esperar el resultado de la autopsia, aunque sigo creyendo que era un fiel amante de Pascualita de cuando estaba en su hábitat submarino.

Lo malo de todo esto es que tendré que ser yo quién le de la noticia a la sirena y puede ser peligroso si, rota de dolor, la toma contra mi como si yo tuviera la culpa... Mejor le digo a la abuela que se lo diga ella, al fin y al cabo, son amigas.

Se ha presentado en casa envuelta por el sonido estridente del concierto de pitos que siempre le precede. - "¿Le has insinuado algo?" - Dios me libre. No quiero que me deje tuerta de un escupitajo. - "Deberíamos prepararla para que afronte con valentía la terrible noticia. Trae el chinchón" - En cuanto la abuela tuvo la botella a mano, se bebió la mitad de un trago. - ¿No era para Pascualita? - "Tengo mi corazoncito y me dice que voy a romper el de mi amiga y no me siento preparada" - Otro lingotazo y dejó la botella temblando. - Déjame algo, abuela, que yo también estoy sensible.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! el tiburón turista ha pasado a mejor vida, me han dicho ¿Y ahora qué? - "¿Qué de qué?" - ¿Qué harán con él? - "Preferiría que no hablasemos aquí de éstas cosas" - ¿Ah, no?... ¿Y eso?... ¿Antojos a tu edad? - La abuela se volvió como el rayo. - "¿Piensas que no puedo tenerlos?" - Su voz sonó como el silbido de una serpiente. La Cotilla se dio cuenta y cambió de tema.

- Nena ¿cuántas empanadas de pescado, de ese que tu abuela no quiere que nombre, podrían salir? - Ni idea. - ¿Tampoco sabes cuánta verdura haría falta? ... ¿Y harina?... ¿y manteca?... ¿No lo sabes? - ¡NO! - ¿Me quieres decir para qué sirve tu nieta? (se encaró con la abuela)

Entonces vio la botella de chinchón - ¿Esta es la que trajíste ayer, nena? No puede quedarse así. Hay que acabarla. (Y la terminó) . Fui a por otra y tiré un buen chorro en el acuario. - ¡¡¡¿Estás loca?!!! - Y de un tirón, desenchufó el acuario y lo tiró, tal como estaba, por la ventana.  - ¡¡¡COTILLAAAAA!!! (gritamos, horrorizadas, la abuela y yo)

De la calle llegaron gritos. Al asomarnos al balcón vimos al Municipal haciendo eses con el acuario encasquetado en la cabeza como si fuera una escafandra. Iba mojado de arriba abajo. Las algas resbalaban por sus hombros y el barco hundido yacía sobre la acera... La abuela y yo nos miramos ¡faltaba Pascualita!

El ataque indiscriminado de varios gorriones a una rama del árbol, llamó mi atención. ¡Allí estaba la sirena! luchando por su vida como una fiera. Acerqué la escoba para que se agarrara a ella y poco después, ante la frustación de los pájaros, la metí en mi escote para que la Cotilla no la viese.

Menuda discusión se montó en casa a cuenta de lo hecho por la vecina. - ¡Ese trasto, sin peces, no sirve de nada y encima, la lumbreras de tu nieta le hecha un chinchón que hubiésemos podido bebernos nosotras, on the rocks! - "¡Esta no es tu casa!" - Llamaron a la puerta. Era Bedulio, echando chispas por los ojos. No habrimos la boca, solo señalamos a la Cotilla. - ¡¡¡Traidoras!!! (nos gritó) - En ese momento, en la pantalla de la tele apareció la noticia de la muerte del tiburón ¡Y Pascualita sacó su afiladísima dentadura a pasear!  ¡Oh, no! (grité asustada) y la lancé sobre el sofá de la salita donde, acto seguido, se sentó Bedulio, a punto de un ataque de histeria.

Aún está en el hospital donde le han dicho que tardará semanas en sentarse porque la carne que le falta tiene que regenerarse. Hasta entonces necesitará un flotador para no dañarse más esa zona. Los médicos siguen sin saber qué pudo haber generado esos estragos en sitio tan delicado. Bedulio tampoco lo sabe pero a jurado que, pase lo que pase, no volverá a pisar mi casa.

Nosotras sacamos en claro que el tiburón, de novio nada. Quizás lo tiburones fueron los responsables de la desaparición de las sirenas y el que nos visitaba venía en pos de la única que queda.

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