miércoles, 18 de mayo de 2016

Dichoso tubo.


Que mala noche hemos pasado los habitantes de ésta casa: Pepe, Pascualita y yo. Y todo por culpa del original regalo que le hizo la abuela a la sirena.

Cansada de ser perseguida, arriba y abajo, por una extraña lengua de colores cambiantes, Pascualita buscó refugio en el interior el barco hundido pero la luz entraba hasta el último rincón. Probó de esconderse bajo la arena del fondo pero le dio miedo pensar que la lengua luminosa venía a por ella y acabó enredándose entre las algas y tampoco allí se sintió segura. Así que subió como un rayo hasta el borde del tubo y allí se quedó esperando a que la casa quedase a oscuras.

Aburrida de esperar, le fue entrando sueño y fueron varias las veces en que, al quedarse traspuesta, se cayó de cabeza al agua.

También yo estaba harta de ver las luces cambiantes trepando por las paredes. Por eso fui a desconectar el aparato pero... no pude. No había ningún interruptor, ni cable para desenchufarlo. Se cargaba con energía solar y duraba un montón de horas.

Cogí a Pascualita y fuimos a la cocina. A Pepe, quién nunca sabes si está traspuesto o despierto, le pedí consejo... pero se ve que dormía y no dijo ni mu. - Lo siento pero tendrás que dormir en la olla expres. - Le sentó fatal. Me estuvo enseñando los dientes de tiburón largo rato. - ¡No puedo parar ese chisme! (grité)

La única solución que se me ocurrió fue llamar a la abuela. Un soñoliento Geoooooorge contestó al teléfono. - Llama a mi abuela, por favor. - Madame dormir... ¡y yo! - Tengo que hablar con ella. Es un caso de vida o muerte - Muéreteu, plis. - ¡La madre que te parió! - Está visto que los ingleses también tienen mal genio cuando los despiertan. Me colgó. ¡¡¡A mi!!! Tuve que compartir unos tragos de chinchón con Pascualita que nos ayudó a dormir, un buen rato después, a pierna suelta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario