domingo, 29 de mayo de 2016

Pobrecito.

He pasado por la Feria del Libro pero he tenido que dar media vuelta cuando he visto como los municipales se llevaban, en volandas, a la Cotilla. Además le habían requisado MI mesita plegable de playa, cogida sin permiso, igual que MI silla plegable de playa; una bolsa con libros cochambrosos y una pancarta en la que se leía "Libros a precio de crisis"... Me ha parecido que la sábana usada también es MIA.

Cuando ha pasado el tumulto, porque la Cotilla no se calla ni debajo del agua, he vuelto al Born dándome de bruces con Bedulio que, vestido de uniforme, hacia la ronda por allí. - ¡Que casualidad! A ti te quería ver yo (le dije, amigablemente) - ¡Pues yo no! - Necesito que me devolváis mis cosas de playa. - ¿? - ¡Las que le habéis quitado a la Cotilla! - ¿Así que tu también estás en el ajo, eh? - ¡Noooooooo! Me lo ha robado ella. - Voy a hacer como que no te he visto y seguiré mi ronda tranquilamente.

Aquello me enfadó y me propuse amargarle el día. - Lo siento por tí, Bedulio, pero a esa mesa y esa silla les tengo mucho cariño porque me las regaló mi primer abuelito... No le gustará saber que no piensas devolvérmelas.

- No podrá hacerme nada (estaba blanco como el papel) porque no pienso pisar tu casa. - ¿Te acuerdas de Pepe, la cabeza jibarizada?... Quiso ligarse a mi abuela, hace años, y el abuelito se vengó trayendo del Más Allá a un grupo de jíbaros que también habían pasado a mejor vida y se "entretuvieron" con el pobre Pepe hasta dejarle la cabeza del tamaño de un llavero. Quedaron tan agradecidos con el abuelito por haberles proporcionado tan grata distracción que se pusieron a su disposición por si otra vez necesitaba de ellos... - Bedulio consiguió, a duras penas, abrir la boca. - Eso... eso es... mentira... - Siempre te quedará la duda hasta que, un día, alguien le acople unas llaves a tu cabeza. - Y di media vuelta dirigiéndome hacia el mar.

Mientras dormía la siesta ante la televisión, me despertaron unas voces. La Cotilla entró en la salita seguida de Bedulio que sudaba a mares. Ella se sirvió un chinchón on the rocks mientras decía. - Ha sido tan amable de trerme hasta aquí y ayudarme con los trastos (señalaba al Municipal)  - El me miraba mohíno - No me salen las cuentas... ¿Tu abuelito... no murió antes de que tú... nacieras? ¿Cómo pudo... regalarte... esto? - Un abuelo, por sus nietos, hace filigranas, Bedulio. - Y justo, en ese momento, Pascualita empezó sus ejercicios de saltos mortales con tirabuzón en su acuario. El ruído alteró al Municipal que dio media vuelta y salió corriendo hacia la puerta. Entonces le grité: - ¡Espera, hombre, mi abuelito quiere saludarte! - Del portazo que dio a punto estuvo de hacer saltar las bisagras.

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