jueves, 16 de junio de 2016

¡No lo han soltado!

- ¡¡¡AVEMARIAPURISIMAAAAAAAAAAAAAA!!! ... ¡Venga, despierta que tengo que hablar con alguien y eres la única persona que tengo a mano! - zzzzzzz... ¿Cotilla?... zzzzzzz... ¡Otra apuesta?... -

- ¡No! Un disgusto... Tengo ganas de llorar ... - ¿Por qué? ¿Le han robado? - ¿A mí? Que ilusa eres... Aunque, pensándolo bien, en cierto modo sí. - ¿Sí?¿qué? - Me han robado la inocencia. - ¿Dónde la tenía? - ¿Dónde la voy a tener? - Entonces, ya más espabilada, una bombilla se encendió en mi cerebro y supe de qué estaba hablando la Cotilla - ¡No me diga! pensé que la había perdido allá por los años veinte del siglo pasado con alguno de los novios que le birló mi abuela.

La vecina me miró atónita. Después sacudió la cabeza como no creyendo lo que escuchaba y salió camino de la salita

Fui tras ella para que me aclarara sus palabras o no podría dormirme de nuevo sin saber qué le había pasado. Cogí el chinchón y al pasar junto al acuario psicodélico le eché un buen chorreón. El ruido alertó a la Cotilla que se volvió rauda y corrió hacia mi para, de un manotazo, quitarme la botella: - ¡Estás tan loca como tu abuela. Trae pacá!

En el altar de los Amigos de lo Ajeno colocó tres velones casi nuevos y los encendió. Hacían tanta luz que no hizo falta encender ninguna lámpara. - ¿Pero qué hace? ¡Se quemará la casa! - ¡No lo han soltado! ¿Te lo puedes creer? (la Cotilla se mesaba los cabellos, se retorcía las manos, soltaba lamentos angustiosos y yo no sabía lo que hacer) - ¿Está ensayando para trabajar de plañidera? (de ésta mujer me lo puedo creer todo) Oiga, si está bien pagado yo también quiero serlo. Mire como finjo que lloro.

No pude lucir mis dotes dramáticas porque la vecina me dio una patada en la espinilla y lloré de verdad. - ¡Déjate de idioteces! Yo confiaba en la Justicia pero ya no volveré a hacerlo ¡No le han soltado. No le han soltadooooooo! La Justicia me ha robado la inocencia ¡buuuuuaaaaaaaaa!

Unos cuantos tragos generosos de chinchón aplacaron la tristeza de la Cotilla. Solo entonces me atreví a preguntarle - ¿A ese chico que robó 78 euros hace años? - ¿No lo estarás comparando con Mario Conde? (levantó, orgullosa, la cabeza? - ¡Claro que no, pobre chico! Lo suyo fue un error de juventud. - Lo que yo te diga. Un pardillo. En cambio, don Mario es un señor... Encenderé otra vela por si no bastan tres para que lo suelten - ¿A ese ladrón presumido, tramposo, marrullero, con un ego tan grande como la catedral de Palma? ¡Anda y que lo zurzan!

La Cotilla cayó redonda al suelo. Estaba congestionada. Tenía convulsiones; los ojos giraban como locos en sus órbitas; echaba espumarajos por la boca y daba un respingo tras otro. Me dio un ataque de risa ¡Que graciosa estaba! jajajajajaja. Entonces me dije que era el momento propicio para entrenarme como plañidera. Y lo hice tan bien, di tantos gritos y lamentos que los vecinos llamaron, temerosos, a la puerta para darme el pésame por la muerte de la abuela.







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