lunes, 20 de junio de 2016

Pelea de chinos.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! ¿qué haces aquí, alma de cántaro, que no estás en las fiestas del barrio? - ¿Qué barrio? - El tuyo. - ¿Qué fiestas? - Las que ha organizado el señor Li. - ¿Han sacado el Dragón chino por la calle? - No. Están haciendo kunfú o algo así. - Eso no me interesa. No me gusta la violencia. - Tienes la sangre de horchata. Deberías decirle al señor Li que te de lecciones de esa lucha porque, al final y al paso que vas, tendrás que convencer al primer tio que pase por tu lado, arrearle unos buenos mamporros que lo dejen atontado y luego aprovecharte de él... - ¿De qué habla, Cotilla? Acabará en el manicomio si sigue bebiendo chinchón.

- Como no raptes al futuro padre de tu hijo nunca tendrá tu abuela el anhelado biznieto de las narices. - Buenas lecciones me está dando usted. - Y tan buenas. Dale gracias a Dios que no te las cobro. - Se lo decía con ironía, Cotilla. - Y yo en serio... Lo que no sé es qué hacía tanta policía y ambulancias por allí... El señor Li estaba muy serio... y no me devolvió el saludo... No sé como no he caído antes en éstos detalles.

- ¿Qué conjeturas saca de todo esto? - En este momento, un concierto de pitos entró por el balcón e interumpió nuestra conversación. Geoooorge, como de costumbre, había aparcado en la parada del bus cuyo chófer protestaba sonoramente. La abuela entró en casa toda alterada. "¡Que disgusto tiene el señor Li!" - ¿Vienes de la fiesta? (preguntó la Cotilla) - "¿Fiesta? ¡Unos chinos se están matando con catanas y mamporrazos!" - ¡Eso lo he visto yo también! (protestó la vecina)... ¿No me digas que la lucha era de verdad? - ¿Por qué está disgustado el señor Li, abuela? - "Porque no le han comprado las  catanas a él"

Desde el borde del acuario, Pascualita seguía la conversación y en cuanto oyó el nombre del señor Li se zambulló haciendo un salto de tres tirabuzones y dos saltos mortales y al entrar en el agua, en lugar de hacerlo límpiamente, sacudió la superficie con un golpe de cola y puso medio comedor perdido de agua. La Cotilla dió un respingo: - ¿Qué ha sido eso? - "¡Ay, no empieces con tus aprensiones!" (se quejó la abuela) - No son... aprensiones, caray. ¿Es que estáis sordas?

Pascualita no podía ver al señor Li ni en pintura desde que se dio cuenta que se la quería comer, por eso gritaba ¡gamba golda! las veces que la vio. Por eso, al oir su nombre, bajó a esconderse tras las plantas del fondo.

Llamaron a la puerta. Eran el señor Li acompañado de Bedulio en calidad de policía local. - Hola, abuela (dijo el chino) Tu vel qué pasal en mi calle. Yo velte a ti allí. - "Pensaba pasar a saludarte pero como se lió la pelea preferí venir a casa de mi nieta... ¡Y no pienso meterme en vuestros líos!" - ¿Por qué está tan blanca? (preguntó el Municipal a la Cotilla) - Un ruído sospechoso me ha dado un susto de muerte. - ¡Ay, Dios! Ya sabía que no tenía que venir a ésta casa pero mi jefe insistió varias veces y no he podido negarme (la cara de Bedulio era un poema) ¿De... dónde sale el ruido...? - Del co- comedor (la Cotilla tartamudeaba de miedo)

La abuela se encolerizó - "¡Ya está bien de gilipolleces que sois muy mayores para éstas cosas! Asómate, Bedulio y verás como en el comedor no hay nadie!" - Le costó mucho pero, finalmente, sacó la cabeza. Ese fue el momento elegido por Pascualita para vengarse del señor Li (ella no sabía que no estaba en la casa) y lanzó un escupitajo envenenado, directo al ojo de ... ¡Bedulio!

Tiene para dos o tres semanas en el manicomio, atado con una camisa de fuerza. Sufrió una crisis nerviosa y estuvo al borde de un coma etílico a causa del chinchón que le di para que olvidara lo ocurrido. Eso me costó dos botellas, una para él y otra para la Cotilla que también tenía que olvidar haber visto a la sirena. Al pobre solo le faltó quedarse embarazado.

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