miércoles, 20 de julio de 2016

¿Alguien me abanica?

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! - Hola, Cotilla... ¿no dijo que no volvería por esta casa? - Y no volví. Soy una mujer de palabra. - Pues yo la veo aquí. - Porque ayer era ayer y hoy es hoy. - Le auguro una fantástica carrera como política. - ¡¿A qué sí?! Para la próxima legislatura me presentaré como cabeza de lista de un nuevo Partido. - ¿Cuál? - No sé... Tengo cuatro años para pensarlo. Pero quiero ser como Rita la valenciana, que cobrando lo que cobra, dijo que estaba deseando volver a su casa para meterse en la cama ¡con éste calor! - Tendrá aire acondicionado - ¿Y en el Senado no?... Por eso me pareció que Joserramón Bauzá iba algo desgreñado cuando se saludaron. Sudaría el pobre.

- ¿Quiére ganarse unos euros? pues abaníqueme. - La Cotilla me miró fijamente, con los ojos tan redondos que me recordaba a Pascualita. - ¿Te rigen las meninges, boba de Coria? - Sí, pero están acaloradas... Mire, en aquel cajón guardo los abanicos. Coja uno y empiece a trabajar. - ¡Un momento! Primero tenemos que tratar mi sueldo y el convenio colectivo con el sindicato de los trabajadores del abaniqueo. Y son duros de pelar.

- A éste paso llegará el invierno. - Las cosas se hacen bien o no se hacen. ¿A cuánto piensas pagarme la hora? - A euro. - ¡Ni hablar! A cinco euros. - ¡¿Ha perdido el juicio?!¡Sanguijuela! Quiere aprovecharse de una pobre chica asalariada de la que se aprovecha el patrón. - ¿Qué me dices? cuenta, cuenta... ¿Lo sabe tu abuela? - ¡Oiga, que no es lo que usted piensa! - ¿Cómo quedamos? ¿Se aprovecha de ti o no?... Aaaaah, ya veo tu juego ¡maldita capitalista! querías engañarme lloriqueando tus mentiras ¡Pues he dicho que cinco euros y no me bajo del burro!

La discusión se alargó sin que llegásemos a ningún acuerdo, salvo el de tomarnos unos chinchones on the rocks para aliviar el calor.

Me dormí en el sofá de la salita y al despertar estaba sola... si descartamos a Pascualita y a Pepe. También les pedí que me abanicaran. A Pepe le disculpé porque sin brazos es difícil pero la sirena bien podría haberme echado una mano... Es que me cansa mucho el meneo de la muñeca moviendo el abanico.

Viendo que si no solventaba yo mis problemas no lo haría nadie, abrí el cajón del cantarano de mi bisabuela para elegir uno de los preciosos abanicos de mi colección y... ¡no estaban!

Por la tarde volvió la Cotilla. Venía feliz. - He ingresado unos euros en la cuenta de Luis Bárcenas para ayudarle a pagar el injusto juício al que quieren someterlo. - ¿De dónde ha sacado el dinero? - De mis trapicheos. - ¿Quiére decir de ¡MIS ABANICOS!?

- ¿Los que estaban en el cantarano eran tuyos? (parecía una ingénua, la jodía) Entonces sí. Puedes estar contenta porque he dado un buen uso al dinero que me han dado por ellos. Total, se te estaban apolillando en ese cajón. - ¡Está loca, Cotilla! - No llores, boba de Coria, mi gurú te lo agradecerá. - ¿Cómo? ¿Haciéndome una peineta de las suyas?

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