domingo, 17 de julio de 2016

Conejillo de indias.

Gracias a la contaminación que sufre la abuela después de haber nadado un buen rato en aguas sucias, me ahorraré un montón de dinero en la factura de la luz mientras esté en casa. En cuanto le acerco una bombilla a la cabeza, se enciende. Y no digamos en su Torre del Paseo Marítimo. Andresito está feliz. Menos mal porque el pobre llevaba una racha de desdichas...

La que está que trina es la Cotilla porque ¿para que sirven sus dientes verdes? Para nada... Está mohína y no es para menos ya que quién no necesita dinero, ahorrará y ella, que no llega a fin de mes, tendrá que seguir haciendo malabares con los euros.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! ¡Tengo trabajo gracias a mis dientes! - ¿En serio? - ¡Sí. Por fin se ha hecho justicia y me va a salir el dinero por las orejas! Me han contratado para hacer un anuncio de dentrífico. Se hará una comparativa de, antes y después de haber usado la pasta de dientes. - Y usted será el ANTES ¿verdad? ¡que asco!

Se marchó hecha un basilisco y poniéndome como un trapo: que si era una tal y una cual. Que no entendía de negocios, ni de arte. Qué dónde iban a encontrar unos dientes tan auténticos como los suyos que no necesitaban maquillaje ni fotoshop, ni ná de ná.

Que descanso cuando ha cerrado la puerta detrás suyo. Pascualita lo había observado todo escondida entre las algas del acuario psicodélico. También a ella se le ponían los dientes verdes según la luz que iluminara el agua. Y amarillos, rosas, azules, etc. etc...

Saltó a tierra en cuanto nos quedamos solas y reptó hasta mi para que la llevara a desayunar. La Cotilla, en su enfado, se olvidó de coger la bolsa que traía al llegar y dentro encontré unos croasanes duros como rocas de granito que, mojados en el cola cao, serían comestibles. Preparé tres tazas: una para Pascualita, otra para mi y la tercera para los croasanes que fueron quienes más cola cao bebieron.

A medida que comíamos, tanto la sirena como yo notamos un sabor extraño. - ¿De dónde habrá sacado los croasanes ésta mujer? Al final le cogeré manía a lo que traiga... aunque no me conviene porque así ahorro unos euros. - Come, Pascualita, que en peores plazas habrás toreado. - Pero el bicho dijo que nones y se dedicó a dar saltos mortales de la mesa a la taza hasta que logró el trasvase del líquido, dejando la taza vacía y la mesa hecha una pena.

No fue hasta el mediodía, cuando la Cotilla vino a comer un sopicaldo y un gazpacho aguado, que pude preguntarle por la procedencia de los croasanes. - Del contendor del súper... ¿Te los has comido? ¡dime que no! - ¡Claro que me los he comido! pero sabían raro - Los usé para hacer una prueba, boba de Coria. Los mojé en el agua de la playa donde vamos a nadar tu abuela y yo. Luego los dejé secar para comérlos y ver que reacción me hacían... ¿Tu notas algo? - Nada de nada... bueno, me pican un poco las orejas. - ¡Eso es! Te veía algo raro y no sabía qué era. Han crecido un poquito y al hablar, se mueven. Enhorabuena. Ya sirves para algo ¡Para abanicar!




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