martes, 30 de agosto de 2016

Arena de la playa.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaa! Estoy que echo chispas. ¿sabes de lo que me he enterado mientras "límpiaba" cepillos en una iglesia, boba de Coria? ¡que venden arena de nuestras playas! ¡¡¡Y no se me ha ocurrido a mi!!! - Mientras la Cotilla entraba como una locomotora en mi casa, dando voces por el pasillo, tiré a la sirena por la ventana de la cocina.

Como es un gesto que repito a menudo, gracias a la pesada de la vecina, compré un paracaídas de juguete en la tienda de los chinos del señor Li. Ahora,cuando sale disparada, se abre el pequeño paracaídas y ya no se estrella contra el árbol sino que cae suavemente en una rama.

La de cosas que está aprendiendo el bicho desde que vive con nosotras porque, estando en las profundidades del mar ¡ni loca iba a saltar en paracaídas! Después, cuando se vaya la vecina, la recogeré con un gancho que me he agenciado... en la tienda de los chinos.

- Cotilla, lo de vender arena es más antiguo que usted. - No es lo que tú te crees, cosa lógica porque tus entendederas no van mucho más allá que las de un grillo. Venden arena de una playa determinada. O sea, con denominación de origen. Y aportan una foto de la playa paradisíaca en cuestión. - ¿Habrá que pedir unas cuantas toneladas..., no? - ¡No! son bolsitas pequeñas. Un recuerdo de Mallorca... Pero el chollo no le va a durar mucho al lumbreras porque los ecologistas han puesto el grito en el cielo y en la Consellería de Medio Ambiente y le va a caer un paquete en forma de multa gorda. - ¿Por un poquito de arena? - ¡Son unos exagerados! Yo me llevo más en los zapatos cuando vuelvo de la playa que lo que abulta el montoncito que venden...

Mientras hablábamos, Pascualita apareció en el alfeizar de la ventana de la cocina y a mi me dio un pálpito ¡Si la veía la Cotilla se le acabaría la buena vida que llevaba en casa y acabaría en una botella con formol sobre la estantería de un desconocido laboratorio!

Me quité el delantal y lo tiré hacia la ventana. Tuve puntería y tapé a la sirena. - ¡¿Estás tonta?! - La abuela llegó en este instante. - ¡Tu nieta está como una cabra! - "Vaya novedad. ¿De qué hablábais?" - Del negocio de la arena de las playas - "¡Menudo sinverguenza! Quiere dejar las playas peladas a costa de llenarse los bolsillos" - Pero si son puñaditos... (repliqué) - "Entre la arena que se lleva el mar, el viento, los zapatos, la que queda pegada a las toallas, a los pies, a las ruedas de coches y motos, etc. etc. multiplicado por la cantidad de gente que va a las playas cada día, al cabo del mes son toneladas de arena que desaparecen... ¡¡¡no puñaditos!!!" - Visto así... - "Ya me he sofocado. Dame un chinchón on the rocks y una bolsa de plástico" - Durante un rato dejamos de hablar para dedicarnos a empinar el codo.

Mientras tanto, Pascualita había reptado hasta el fregadero que estaba lleno de agua jabonosa y se tiró de cabeza. Empujé a la Cotilla que cayó al suelo patas arriba y saqué a la sirena de allí. Se la lancé a la abauela que la cogió al vuelo y corrió con ella y sus tacones hasta el cuarto de baño donde la limpió con agua dulce. El pobre bicho , cada vez que boqueaba, soltaba una pompa de jabón. Por su parte la Cotilla chillaba como una rata intentando levantarse. Le pilló todo tan desprevenida que pensó que la atacaba el espíritu de mi primer abuelito que no la quiere bien desde antes de morirse.

Cuando volvió la calma la abuela me pidió de nuevo una bolsa de plástico. - ¿Para qué la quieres? (pregunté) - "Para coger un poco de arena de la playa. Unos amigos extanjeros me lo han pedido... ya ves que fáciles son de contentar jejejejejeje" - ¿Pero... no habías... dicho...? - "Será solo un puñadito de nada"

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