domingo, 14 de agosto de 2016

El día después.

Estoy que no estoy... aaaaaaaaayyyyyyyyyyy. Me duelen hasta las pestañas. Tengo los pies tan hinchados que parecen globos. Las piernas no son mías porque les digo que caminen y me contestan "¡que lo haga tu madre!" ... ¿48 kilómetros hasta el Monasterio de Lluc? ¿No serán 248? Y cuando ya no puedes más ¡cuesta arriba por la montaña! aaayyyyyy.

Ahora ando como si acabara de bajarme de un caballo. Y asi he llegado, pasito a pasito, hasta el teléfono - "¡La última en llegar, como siempre! Que vergüenza. ¿No habrás dicho a nadie que eres mi nieta, verdad? Piensa que ahora que soy rica, tengo una reputación que cuidar" - La abuela estaba fuera de sí. - "¡Mira la tele y aprende, boba de Coria! Unas chicas delgaditas y muy poquita cosa, corren que se las pelan en los Juegos Olímpicos. ¡Y cuando acaban de hacer un montón de kilómetros a toda pastilla, aún tienen fuerzas para correr otro poco más saludando y sonriendo a la gente!" - Vale, abuela. - Y colgué.

A media tarde se ha presentado en casa. Yo tenía los pies metidos en un barreño con agua y sal. - "¿Aún estás así? tendrás que entrenar fuerte porque pienso apuntarte a las próximas Olimpiadas?" - La miré como si fuera un marciano diciéndome incongruencias. - "Harás carreras de velocidad. En un santiamén están en la meta" - Abuela, esta gente no es de éste mundo. - "Tu tampoco... Mírate ¡Que penita das!"

Se había puesto una peluca verde a lo garçon, pantalón blanco muy ceñido, jersey de dos tallas menos que le marcaba todo lo marcable; labios, uñas y estilettos, verdes. - ¿De qué vas vestida? - "De seguidora del Betis. Se ha muerto Pepe el bético y vamos al funeral" - No sé si el cura te dejará entrar en la iglesia... - "Luego iremos a El Funeral" - Te repites como el ajo. - Antes de acabar la frase me llegó el pescozón made in abuela.

Salió de casa con el termo de los chinos, forrado con los colores del Betis, colgado del cuello - ¡No te lleves a Pascualita! - "Le encantan éstos saraos" - ¿Los funerales?...

Mientras la abuela entraba en el rolls royce, yo le gritaba consejos desde el balcón: - ¡No la metas en la pila del agua bendita, que es dulce! ¡Que no beba mucho! ¡No la piséis! ¡No volváis tarde que tiene que dormir sus horas! ¡¡¡Cuidado con Paquito el chocolatero, que saltará a los escotes!!!... ¡PAM! - Se cerró la puerta y el coche salió lanzado. Antes de entrar en casa eché un vistazo a la calle: unas vecinas discutían con Bedulio, que hacía la ronda, y me señalaban. El negaba con la cabeza, una y otra vez... Acerté a oír. - No sé dónde le han dado el uniforme a éste... les tiene miedo. - No me extraña. Mira, por allí viene la Cotilla: tres patas para un banco y quedó cojo ¡Lagarto, lagarto!

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