miércoles, 10 de agosto de 2016

Los cruceristas.

Una voz, alegre y cristalina, traspasó mis oídos a media mañana: - ¡Avemariapuríííííísimaaaaa! - ¿Cotilla... Es usted? ¿Está enferma o ya le ha dado un tiento al chinchón? - No, boba de Coria. ¡Estoy feliz como una perdíz! - Vaya, ni que le hubiese tocado la Primitiva. - Algo parecido.

La abuela entró como un elefante en una cacharrería y con una cara larga que le llegaba al suelo - "Al final tendré que coger yo las riendas de la Comunidad Balear ¡Esto no hay quién lo aguante!" - ¿Y a tí qué te ha pasado? - "No se puede andar por las calles sin tropezar, contínuamente, con los cruceristas. Habrá que buscar un remedio porque me niego a morir de éxito"

Sentadas en la salita, con Pascualita en plan broche en el vestido de la abuela " porque tiene que aprender a resolver los problemas cuidadanos cuando vuelva a su hábitat" (me dijo por lo bajini) - En las profundidades del mar no hay ciudades (le susurré) - "¡Ya salió, Calixta la lista!

Mientras ambas amigas se calmaban saboreando unos chinchones on the rocks, fueron contando sus cuitas. - "Están los muelles saturados de cruceros ¡ocho he contado hoy! Para remate, no hace sol y ésta gente en seguida se asusta y en lugar de marcharse a las playas, se queda en la ciudad ¡Y son miles de personas vagando de un sitio a otro, atestando calles, aceras, plazas ¿Y por dónde pasamos nosotros, los sufridos isleños? ¡Por ningún sitio! No sabes lo que nos ha costado llegar hasta aquí. Hasta Geooorge se ha puesto nervioso ¡y eso que es inglés!"

- Es una bendición tener tanto turista entrando y saliendo de las tiendas, llenando autobuses urbanos, llenando el metro, las terrazas de bares y cafeterías. Es un chorro de dinero que entra en la ciudad. - "¡¿Pero qué dices? Cafés, aguas y coca colas es lo que toman. Entran y salen de las tiendas con las manos vacías después de mucho mirar" - ¡Exagerada! sí que compran, beben y comen... - Mientras os ponéis de acuerdo me serviré otro chinchón (dije)

La discusión de los pros y contras de las visitas de cruceristas a nuestra ciudad duró bastante tiempo hasta que la Cotilla se acercó al altar de los Amigos de lo Ajeno y encendió un montón de velas. La ventana estaba abierta y las cortinas volaban muy cerca de las llamas, así que, con ayuda de un sifón, las apagué en un santiamén. - ¡Nooooooo! Son para que mi gurú, Luis Bárcenas, me siga ayudando a llegar a fin de mes. - No me diga que también a usted le da sobres. - No, pero me anima a seguir mi carrera. - ¿La Vuelta a España? - Déjate de coñas marineras. La de lucrarme con el dinero de los demás. - ¡¡¡ESO ES ROBAR!!! - ¿Es necesario ponerle nombre a todo? ¡Que cruz tenemos contigo! (se quejó la Cotilla)

Poco a poco se acalraron las posiciones de cada una: la abuela quería ser Presidenta de la Comunidad para regular el tráfico de turistas en las islas. Y la Cotilla le anunció, muy solemnemente, que no pensaba votarla para que hiciera tamaña barbaridad. - Los cruceristas son una mina de oro para mi. Van despistados y gracias a ellos puedo llegar, tranquilamente, a fin de mes. - ¿Afanando carteras? - Y también bolsos. - ¡Que desfachatéz, Cotilla! - Eso mismo digo yo de tu abuela ¡Quiere quitarme mi medio de vida! - ¿Entonces ya no volverá a pegarme la gorra nunca más? (me sentí esperanzada) - No. Las buenas costumbres no deben perderse. ¿Qué comeremos hoy? - Ya me extrañaba a mi.

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