jueves, 18 de agosto de 2016

Me chivo.

Apenas he pegado ojo ésta noche pensando en el abuelito y en la que le quiere liar la abuela con lo del trasplante de pelo. De repente, en mi cerebro ha sonado una campanita : - ¡¡¡TOLON, TOLON, TOLON!!! - Sí, ha sonado un poco fuerte, tal vez tenía poco de campanita y mucho de campana de la Catedral. El caso es que me he sentado de golpe en la cama, con todos los sentidos alerta y la mente nublada. Durante un rato no he sabido a qué venía aquello. Para una noche que la abuela no me despierta llamándome de madrugada, va y lo hace a través de una pesadilla.

El cerebro empezó a mandarme imágenes inconexas y rápidas. Decidí dejarme de alucinaciones y beber lo que tenía más a mano que fue, casualmente, una botella de chinchón. Cosas de la vida. Un rato después, luchando entre el sopor del licor y la curiosidad por conocer, por fin, el resultado de mi nueva noche de insomnio, dejé que mi mente discurriera sin forzarla... Y entonces supe lo que me preocupaba: ¿Sabía el abuelito lo que pensaban hacerle las dos brujas? ¿Había dado su consentimiento? ¿Debía prevenirle por si acaso? ¿Sería contraproducente para mi futuro, como dueña y señora de la Torre del Paseo Marítimo?...

No lo pensé más y le llamé al móvil. La voz cascada de Andresito contestó. - ¿Diguiiiii?... - Abuelito ¿recuerdas los tormentos de la Inquisición? Dentro de poco los conocerás en tus carnes. - Nena ¿Has empezado a beber a éstas horas? - ¡Caray! ¿Cómo lo sabes? - Porque, normalmente, las tonterías empiezas a decirlas más tarde... Anda, duérmete y déjame en paz. - Y colgó.

Libre la mente de remordimiento y con el deber de nietastra cumplido, me tumbé en la cama y dormí hasta las tantas como una bendita.

Horas más tarde, mientras Pascualita y yo, recostadas en el sofá de la salita, disfrutábamos de una placentera siesta, la abuela y la Cotilla entraron como un tornado en una casita de madera. Di un respingo, sujetando a la sirena y tirándola por el balcón en un acto reflejo de protección de su intimidad. Aunque no creo que ella lo viera así cuando cayó en las ramas del árbol y se escurrió hasta quedar sobre la cabeza de Bedulio que hacía la ronda.

- "¡¿Ha venido Andresito?!" - No. - "Se ha escapado de casa y no lo encontramos... Mucho me temo que la llamada de ésta noche ha sido un chivatazo sobre el trasplante que íbamos a hacerle... ¿No sabrás nada de esto, boba de Coria?" - ¿Yoooooooooooooooooooooooooo? Que va.

De la calle llegó un alarido y supe que alguien había encontrado a Pascualita. Al asomarme al balcón vi llegar corriendo al señor Li para socorrer a Bedulio que, sintiendo que algo que, posiblemente, había salido de mi casa, bailaba sobre su gorra de municipal, corría de un lado a otro de la calle, asustadísimo.

Bajé los escalones de cuatro en cuatro y en el momento en que la mano del chino iba a coger a la sirena, se la arrebaté a la velocidad del rayo. El señor Li me miró habriendo los ojos todo lo que le daban de sí sus párpados orientales. Después se cabreó. - ¡GAMBA GOLDA SEL MIA! - ¿Qué gamba? (dije con flema británica) - ¡LA QUE TU COGEL! - (Por segunda vez mentí) - ¡¡¡¿YOOOOOOOOO?!!! - Y subí corriendo las escaleras de casa mientras Bedulio caía desmayado por el miedo pasado y al señor Li no le quedaba más remedio que atenderlo.








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