jueves, 29 de septiembre de 2016

Conozco al Gran jijijijiiji Kheops.

Si hay una cosa peligrosa, por absurdo que parezca, es que te de la risa floja delante del Faraón de Egipto, mientras lo señalas con el dedo diciendo: - ¿Esto qué he lo qué he? jijijiijiji - sobre todo si el hombre tiene complejo de pequeñín.

El faraón Kheops, dueño de la gran Pirámide aún en construcción, no impresionaba a nadie... o eso creí. A un imperceptible gesto suyo alguien me tiró al suelo sin miramientos. - ¡Oiga, un respeto que soy una señorita! - Tu cabeza no puede estar más alta que la del Gran Horus (gritó alguien a mi espalda) - ¿Gran? jijijijijiii (dije y la risa tonta volvió para ponerme, de nuevo, en evidencia)

Unos extraños troncos iban a la deriva por el Nilo. Cuando uno varó en la orilla y salió andando hasta meterse entre los cañaverales vi que eran cocodrilos y por la cara de los presentes yo sería su aperitivo de un momento a otro. Entonces empecé a gritar llamando a la abuela y a la Cotilla - ¡¡¡Sacádme de aquiiiiiiii!!! ¡¡¡Quiero ir a mi casaaaaaaaaaaaaaa!!! - Pascualita, todavía con las dos plumas sujetas a los pelo-algas, cayó al suelo dándose una buena costalada. ¡Y todo el mundo dio un paso atrás, faraón incluído, postrandose ante ella! Alguien grito que era la diosa Maat convertida en un raro pez, que acababa de dictar sentencia. Juro que Pascualita no abrió la boca y de haberlo hecho, a ver quién es el guapo que la entiende.

Por lo pronto me dejaron en paz. Y antes de que me lo impidiesen, cogía a la sirena y salí corriendo como un gamo hacia calles concurridas. Me metí en una taberna y pedí - ¡Una birra! - La gente se rió mucho a costa mía: por la forma de vestir y de hablar. Y yo me hice la graciosa imitando a una borracha. Señalando la jarra de cerveza de una mesa, grité - ¡Quiero una birra fresquita!

Trajeron la cerveza y se quedaron a contemplar como la bebía, cosa que hicimos Pascualita y yo. Pero, estaba calentuja y era amarga como la hiel. Las dos, al mismo tiempo, la escupimos poniendo perdido al personal que nos rodeaba. - ¡Esto es meado de borrico! ¡Quiero la hoja de reclamaciones!

Mientras discutía con el camarero, entró un hombre con ojos de halcón que se fijó en mi. - ¡Ya he ligado! (pensé, ilusionada) - Me cogió de un brazo y tiró de mi. - Tus compatriotas se escaquearon así que te tocará a ti ayudar en la construcción de la Gran Pirámide ¡Tira pálante, Blancaflor!

Nunca pensé que pudiera pesar tanto una piedra. Apoyé el cuerpo en ella, de espalda, de lado, de frente... y no se movía. - ¡No puedo. Estoy destrozando mis uñas brasileñas! - Vale más maña que fuerza, boba de Coria! (soltó el energúmeno) - Y me sentí como en casa.


No hay comentarios:

Publicar un comentario