miércoles, 28 de septiembre de 2016

El Antiguo Egipto.

He pasado la noche dando vueltas en la cama y pensando en cómo lo estará pasando Pascualita en un lugar tan lejano, para nosotras, en el Tiempo.

¿Y si se la ha merendado un cocodrilo? ¿O ha sido presentada al Faraón como bicho raro?... Tal vez esté lejos del agua y el sol la ha momificado. Y si está en el Nilo, peor me lo pones, es agua dulce... En fin, he decidido no esperar más y ponerme manos a la obra para irme cuanto antes a buscarla ¿Y por dónde empiezo? Porque aquello será muy grande.
 
De madrugada me senté en el sofá de la salita, con dos botellas de chinchón, dispuesta a vaciarlas... A las doce del mediodía abrí los ojos. ¿Dónde estaba?... Si aquello era el Antiguo Egipto, pensé, se parecía mucho a mi salita de estar. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! - ¡¿Cotilla?! - Hola, boba de Coria. Pónme un chinchón ya que lo tienes cerca... - ¿Sabe dónde estamos? - En tu casa. - ¿La de siempre? - No tienes otra. La millonetis es tu abuela. - Entonces... ¿Me he dormido? - ¡Que cruz tenemos contigo!

Poco a poco, las botellas de licor se fueron vaciando y yo no me sentía más cerca del Antiguo Egipto pero sí del coma etílico... Una especie de cucaracha arrastrando una bolita pasó a unos centímetros de mis pies. Instintivamente, me preparé para chafarla pero alguien gritó - ¡¡¡NO!!!

Un tío con lanza, minifalda y un casco venía hacia mi a paso de carga. ¡Menuda pinta tenía! No pude menos que reírme - ¿De que te has disfrazado? - ¡Estás detenida, sacrílega! (dijo mientras me pinchaba en el culo con la lanza) ¡camina.) - ¡Oye, que bien lo haces! ¿Es para un programa de televisión?

Bajo un sol de justicia me llevó hasta un templo donde un hombre gordo y sin pelo, me arreó dos guantazos que me tiraron de espaldas - ¡La madre que te parió! (grité y me fui a por él, naturalmente) - Acabé en un cuartucho caldeado por el sol y custodiado por lo que me dijeron que eran soldados. - Más tarde, un tío con los ojos pintados y peluca, me dijo que Maat había hablado y me condenaban a recibir diez bastonazos por intento de dioicídio, o sea querer matar al dios Grepy.

Un tío fornido se acercó blandiendo un bastón, se plantó delante de mi y me arreó. Me giré hacia él para cantarle las cuarenta y entonces la ví. Pascualita, muy quieta y con dos plumas sujetas a los pelo-algas, estaba junto al travesti del pelucón. Corrí hacia ella, la metí en el bolsillo del vaquero y seguí corriendo como alma que lleva el diablo. De pronto los que me perseguían se tiraron al suelo, cabeza en tierra, delante de un hombrecillo tocado con... ¡la corona de las Dos Tierras! Era el faraón.


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