viernes, 30 de septiembre de 2016

El que faltaba para el duro.

Cuando le cojes el tranquillo de mover piedras de una tonelada, ya no puedes parar. Y así la pirámide fue subiendo pisos casi sin darnos cuenta. Porque Pascualita también ayudaba. Menudo era el capatáz. En cuanto vio a la sirena la puso a trabajar a pesar de que le dije que se trataba de una diosa... extranjera, pero diosa al fin y al cabo. No me hizo caso y replicó con la cantinela de que el "Gran" jijijijijijiji  (es superior a mis fuerzas) Kheops, que era el Padre de Egipto, quería una tumba espectacular y sus hijos debían complacerle... tanto si te gusta como si no.

Me impresionó el aguante de Pascualita. Trabajaba como el que más sin quejarse, salvo a la hora de comer: No le gustaba la ración de carpa del Nilo amojamada que nos daban.

De repente se acercó volando un abejorro de lo más pesado. Daba vueltas a nuestro alrededor sin parar de zumbar y me ponía de los nervios. - ¡Cómetelo, Pascualita! - Me quité el faldellín que me habían dado para estar en consonancia con los demás trabajadores y lo agité en el aire para espantar al bicho o aplastarlo. Corrí tras él como una loca, con la sirena agarrada a ...¿dónde estaba? Y sobre todo ¡¿dónde estaban mis vaqueros?!

Consciente de mi total desnudez, me escondí tras una roca pero el capatáz, muy puesto en su papel, me sacó de allí con cajas destempladas. - Si prefieres ir como tu madre te echó al mundo, vale ¡Pero trabaja!

El moscardón regresó más pesado si cabe. - Fíjate, Pascualita. No es un bicho... ¡Es Buda! - Lo reconocí por la voluminosa barriga. - ¡No es Buda! (me desdije!) Es... ¡¿Felipe... González?! ¿Tu también lo ves? (Era para volverse loca. Hablaba con una sirena mientras tenía ante mi al ex Presidente, en pequeñito eso sí, revoloteando en el Antiguo Egipto) ¿Consecuencias de la cerveza calentuja?

- ¡Oiga, deje de dar la vara! - Pero ni caso. Zumbaba mucho la derecha y un poquito a la izquierda. ¡Que trajín! - Desapareció bajo la ardiente arena del desierto, gritando - ¡Ande yo caliente y ríase la gente! - Nosotras nos tiramos de cabeza y aparecimos en la cocina de casa. - "¿Por qué vas en cueros, boba de Coria?" (me reprendió la abuela) - Yo también te quiero, abuela. - Me miró extrañada - "¿Por qué?... ¿Le has dado un tiento al chinchón?"




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