domingo, 9 de octubre de 2016

Angulas gordas.

Mientras desayunaba con Pascualita me ha parecido ver, con el rabillo del ojo, que algo se movía en el frutero. Pero no hice caso hasta que un momento después, otro movimiento, este sobre la encimera, llamó mi atención.

La sirena también lo vio y, al revés que yo, actuó lanzándose a por lo que fuera aquello. Instantes después estaba masticando un gusano blanco y rollizo. Se me pusieron los pelos de punta y grité: - ¡¡¡HIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!!! - Pascualita pasó del cola cao y se fue en busca de proteínas. - ¡Estate quieta, bicho del demonio! ¡Deja eso! - Pero los dientes de tiburón habían empezado a trabajar y no había quién la parara ¡Ni a los gusanos! Había por toda la cocina.

Cuando me cayó encima uno del techo, vi que eran gusanos de seda. ¿De dónde habían salido? De pequeña me encantaba guardarlos en una caja de zapatos y llenarla de hojas de morera. Engordaban a ojos vista y eran suaves y blanditos. Me los ponía en la cara para notar sus patitas, hasta que la abuela me daba un pescozón y salían volando en todas direcciones.

Sin embargo las mariposas dejaban mucho que desear. Además rompían el capullo de seda. Soñaba que algún día llevaría vestidos dorados que brillarían como el sol mientras mis amigas se morirían de envidia. Pero aquellos gusanos de mi infancia estaban controlados dentro de su caja, en cambio estos... ¿Qué hacían en mi casa sin haber sido invitados?

Sonó el teléfono. Era Geoooorge. - Madame decir si gustar gusanos. - ¿Los has traído tú? - ¡Yes! - ¡La madre que te parió, inglés! - Madame regalar a you. - ¡¿Por qué?!

La abuela cogió el teléfono. - "¿A qué vienen tantas preguntas? Es un regalo. Punto." - ¡Hay gusanos por toda la casa y Pascualita se está poniendo las botas! - "¡Que no se los coma! Quiero hacerme un vestido de fiesta de seda roja" - ¿Por qué los has dejado en mi casa? - "Porque me dan asco"

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! ¡¡¡Aaaaag!!! ¡Una invasión de gusanos!... ¿Son para mediodía?... Vale, los probaré aunque se me remueve el estómago - ¡No pienso comerme esto, Cotilla! La abuela quiere la seda para hacerse un vestido... - ¡¡¡Se me ocurre una cosa!!! - Cogió un montón de gusanos y se fue. Al rato vino, cogió otros tantos y se marchó de nuevo. A la tercera vez le pregunté qué pasaba. - Un negocio redondo para llegar con olgura a fin de mes. - Miedo me da preguntar... - Los vendo a los compañeros que nos surtimos de comida en los contenedores de basura del super, como angulas gordas. - ¿No le da vergüenza? - No porque pagan bien. - Siendo así... quiero un tanto por ciento. - ¿Me pides una comisión? ¿No recuerdas lo que le ha pasado a María Antonia Munar por hacer lo mismo? - Déjese de tonterías y afloje la pasta. Al fin y al cabo yo me cuido de los gusanos... ¡El 50%! -

Hizo amago de telefonear al Fiscal Carrau para chivarse pero luego se dio cuenta de que era eso o nada. Y nos dimos la mano... A la hora de comer serví unos gusanos en cazuelitas de barro, con aceite y guindilla. Nos costó un poco hincarles el diente pero, como dicen el refrán: El comer y el rascar, todo es empezar. Cuando Pascualita lo probó hizo la señal de OK y se me acabaron de quitar los escrúpulos cuando, esa noche, la Cotilla me dio un billete de 50 euros - Tus ganancias del día, boba de Coria.



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