viernes, 21 de octubre de 2016

La noche de las Vírgenes

Una música que, de madrugada, llegaba de la calle hizo que me asomara al balcón. Lo que, en el primer momento, me sonó a escandalera dado mi nulo oído musical, resultó ser una banda de música con piano de cola y todo, plantada en la acera de casa y con todos los músicos y cantantes mirándome. - ¿Qué les pasará a éstos? (pensé) - ¡¡ ¡Bella niñaaaaaaaaa, sal al balcón, que te estoy esperando aqui, para darte una serenataaaaaaaaaaaaaaa, solo, solo para tííííííííííííí!!!

Pensé que eran estudiantes del conservatorio tocando para ganarse un dinerito para sus juergas. Me supo mal ver cómo se están perdiendo las buenas costumbres. Antes los estudiantes se vestían de tunos y cantaban Clavelitos tocando guitarras y panderetas en cambio éstos traían trompetas, piano, tambores, violines... y mucha gente cantando aunque, mirándolos bien, no eran tan jóvenes.

Les tiré un euro - ¡Para que os toméis unas cervezas a mi salud. Y marcharos con la música a otra parte que no me dejáis oír la tele!. - Cerré las persianas pero la orquesta seguía con su chunda chunda. Poco después llegó la abuela. - "¿Has comprado buñuelos y moscatel?" - No. - "Pues compra dos kilos y dos botellas ¡Y rapidito que, de un momento a otro, subirán los músicos!" -  No, mujer. Ya les he dado una propinilla para que se callen. - "¡Es la Orquesta y Coros de la Filarmónica de la Ciudad y le están dando una serenata a Pascualita! ¡¡¡Abre el balcón de par en par para que los oiga!!!" - ¿A la sirena?... ¿Por qué?  - "Porque es la Noche de las Vírgenes, boba de Coria"

La abuela se asomó a la calle teniendo a Pascualita sujeta en una mano. - "¡Escucha, ésta habanera es para ti: La bella Lola! ¿Te gusta la serenata?" - El bicho, que es una lameculos, hizo la señal de OK y a la abuela se le caía la baba. Entonces se fijó en mi y gritó. - "¡¡¡Corre a comprar!!!" - ¿Dónde encuentro buñuelos y moscatel a éstas horas? 

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! ¿No me digas que le están dando una serenata a tu nieta? - "¡Que más quisiera!" - Ya me extrañaba a mi... Entonces ¿a quién? - Viéndose entre la espada y la pared no le quedó más remedio que mentir - "¡A mi!" - No he visto a Andresito. - "Es que no me la dedica él" - ¡Ah, puñetera... ¡¿A qué ha sido Pascual?! ¿Ya eres adúltera? - "¡Cotilla!"

Afortunadamente la Cotilla traía de todo. Claro que los buñuelos los había encontrado en un contenedor del super pero no se lo dijimos a nadie y les pusimos bastante azúcar. Y a falta de moscatel, sacamos el chinchón. - ¿Toda esa gente va a subir a casa? (le susurré al oído de la abuela) - "¡Sí!" - Un ¡HOOOOOOOOLAAAAAAAAAAAAAAAA! cantado por muchas voces, nos avisó de su llegada. Como no había tiempo para esconder a la sirena, la tiré por el balcón. Menos mal que sabe sujetarse a las ramas del árbol.

La gente venía hambrienta y sedienta. No quedó nada en la bandeja ni en la botella y tuvimos que improvisar sacando pan bimbo y restos de jamón, queso, sobrasada, botifarrones y más chinchón. Menos mal que la noche fue dejando paso al alba y entonces, todos a una, entonaron Las Mañanita y se fueron a dormir. Cuando me quedé sola recogí a la sirena que estaba muy cabreada. En cuanto estiré la mano para cogerla abrió la boca y mordió con saña y sin soltar. Grité, grité y grité de dolor hasta que los vecinos aporrearon mi puerta advirtiéndome que si seguía haciendo el ridículo con el cante hondo le prenderian fuego a mi piso.

Aún sigue Pascualita enganchada de mi descomunal mano. No me atrevo a tirar de ella... porque no es lo mismo que arrancarla de la mano de otro. Ay, ay, ay, ay, ay, ay, ay... (dijo por lo bajini mientras mis gruesos lagrimones inundan el suelo de la cocina)


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