jueves, 13 de octubre de 2016

Los cocos.

Era muy temprano cuando Geoooorge llamó a la puerta de casa. Me limité a dar la vuelta y seguir durmiendo pero el timbre volvió a sonar, ésta vez con más insistencia. Y no me quedó otro remedio que abrir si no quería acabar con los nervios destrozados.

Geooorge era la última persona que esperaba ver. Su flemático humor inglés había desaparecido después de estar media hora en el rellano sin que le hiciera el menor caso. Su saludo fue un...  - Dejar door abierta. Yo traer cocos. - ¿Perdón? - Se armó de paciencia, suspiró y empezó de nuevo. - Tu dejar door abierta... - ¡Eso lo he entendido! Lo último, no. - Yo traer cocos. - ¿Cocos? - ¡Yes, cocos! - Pero... ¿de asustar? - Puso los ojos en blanco y como si estuviera haciendo un esfuerzo sobrehumano para hacerse entender por una persona tan primitiva como yo (debió pensar el infalible inglés de las narices) e hizo un gesto con la mano cerca de la boca que quería decir: ¡de comer!

Me entraron unas terribles ganas de patearle pero, antes de que yo levantara la pierna, ya corría escaleras abajo. Poco después subió una caja de cocos, después otra y otra y otra y... - ¡Paraaaaaaaaaaa! ¿Quién te ha mandado que los traigas y para qué? - Mandar madame. Querer que tu sacar agua. - ¿Del pozo? - Del coco.

El teléfono interrumpió tan sesuda discusión: - "Nena, ¿ya te ha traído Geooorge los cocos?" - Sí. Ha invadido mi cocina. - "¡Muy bien! Ahora dedicate a sacarles el agua y llenar las botellas" - ¿Qué botellas? - "Cuando acabe con los cocos, seguirá con las botellas" - ¡¿Más trastos?!

La abuela quería limpiarse, todos los días, el cutis con agua de coco. En caso de alguna imperfección, se iría como por arte de mágia. - Pero si tu casa es diez veces más grande que la mía ¿Por qué no lo has dejado allí? - "Porque hay que partirlos y a Andresito le molestará el ruido" - ¡Para ruído el que montáis todas las noches en El Funeral y el abuelito no se queja! - "Son ruidos distintos"

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaa! ¿para qué es todo ésto? - La abuela me siseó a través del teléfono cuando escuchó la voz de la Cotilla. - "¡No le digas nada que luego me copia!" - La vecina esperaba mi respuesta. - Para... hacer ¡ceniceros! - Que poca visión de negocios tienes ¡Cada vez fuma menos gente en España, boba de Coria! Me los llevaré yo y miraré de sacarle provecho a las cáscaras de los cocos. - De repente, dos gruesos lagrimones corrieron por sus ajadas mejillas. - ¡Ay! (suspiró) estoy desolada. A los acusados de la Gürtel les ha dado por cantar, a saber por qué, y acusan a mi gurú, Luis Bárcenas, de llevárselo calentito. Déjame que monte el altar de los Amigos de lo Ajeno sobre el aparador del comedor. Así podré colocar más velas para ayudarles a pasar éste cáliz.

Después de mucho discutir he conseguido que el altar siga en la mesita de la salita. Y que, además de las cáscaras vacías de los cocos que se llevara, gratis, la Cotilla...  se llevará también la pulpa. Me he opuesto. Me gusta el coco... Aunque, si me da una buena comisión, no me opondré. - ¡Ni que fueras un "patriota" de la Gürtel! Tengo que llegar a fin de mes y necesito todo lo que gane. - Enfadada porque no sirvo ni para sacarle una pequeña comisión a la Cotilla, tiré un coco contra el suelo. Con el golpe se abrió y corrí a recoger el agua antes de que se desparramara. La Cotilla cogió la botella de chinchón y yo hielo picado y lo añadimos todo. Removí la mezcla con un dedo, lo chupé y estaba delicioso.

Nos pasamos la tarde tirando cocos al suelo y bebiendo como cosacas. También a Pascualita le llegó el momento de probarlo tirando una de esas bebidas en el agua del acuario. A través del cristal Pascualita me hizo el signo de OK... ¿Se lavará la abuela con agua de coco?... No, si nos la bebemos nosotras antes jajajajajaja


No hay comentarios:

Publicar un comentario