sábado, 15 de octubre de 2016

Pascualita se relame.

La abuela estaba en casa cuando he vuelto de la compra. - ¡A ti te quería verte! Me debes veinte euros. - "¡¿Yooooooooooooooooo?! ¿De qué?" - Del rosario dulce que me he comprado para celebrar Todos los Santos. - "Si falta medio mes..." - Pero se me ha echo la boca agua y no me he podido resistir. - "Porque eres muy insegura. Verás como yo sí que me resisto... a pagártelo." - ¡Eres mi abuela! - "Eso dicen pero no tengo la confirmación del ADN. Además, los rosarios los compran los padrinos" - Si supiera quién es el mío...(protesté)

- "Vamos a cambiar de tema" (dijo, categórica, la abuela) - ¡De eso nada! - "He traído ensaimadas calentitas" - Tamaña tentación zanjó la cuestión. Pascualita y Pepe, la cabeza jivarizada, participaron de nuestro desayuno. La sirena se tomó el cola cao a su modo, saltando del frutero a la taza hasta que  el cola cao llenó la mesa de la cocina, luego reptando, se lo bebió y dio buena cuenta de la ensaimada. Pepe, en cambio, declinó tomar nada.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! - Menos mal que la Cotilla siempre anuncia su entrada en casa de manera escandalosa y me dio tiempo de tirar a Pascualita al fregadero pero calculé mal y salió por la ventana. - ¡Vaya! he llegado a tiempo ¿Tengo que comer con esta guarrería delante? (señaló a Pepe) - No hace falta que coma. - ¡Soy una jubilada que se pasa el día trapicheando para intentar llegar a final de mes ¿y me niegas una ensaimada?! - ¡Oiga, las quejas al Maestro Armero que es quién le paga la pensión!

Llamaron a la puerta y nos hicimos las locas, finalmente tuve que abrir yo. ¡Siempre igual! - En el rellano estaba Bedulio, blanco como una pared encalada. De una oreja, que ya empezaba a hincharse exageradamente, colgaba Pascualita en plan pendiente hippy. Nada más abrir la boca me di cuenta de que el Municipal estaba histérico. - ¡Lo que sea que me ha atacado ¡hiiiiiiiiiiiiiii! ha caído de tu casaaaaaaaaaaaaa! ¡¡¡Quítamelo!!! ¡¡¡DUELEEEEEEEEEE!!!

Intenté calmarlo - No puedes ir por la vida tenso como las cuerdas de un viol... - ¡Hiiiiiiiiiiiiii! ¡Que me lo quiteeeeeeeeeeeeeeeeees, te digo! - Cuando intentas dar un consejo y no te escuchan lo mejor es cortar por lo sano. Y eso hice. De un tirón seco arranqué a la sirena, que se llevó entre los dientes un trocito de lóbulo municipal. Los gritos resonaron en todo el barrio. La sangre salía a borbotones. - ¡¡¡Me has matadooooooooooooo!!! (gritaba Bedulio como un loco) - Hay que ver cómo sois los hombres. Muy machos hasta que se os rompe una uña. - Y cerré la puerta. La abuela y la Cotilla venían por el pasillo, alertadas por los gritos. Tiré de nuevo a la sirena por la ventana para que la vecina no la descubriera. Esta vez cayó sobre las ramas del árbol de la calle y allí se quedó, relamiéndose los labios y chupándose los dedos, cuando acabó de comerse el trocito de Bedulio que se llevó entre los dientes.


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