sábado, 29 de octubre de 2016

¡Que noche!

La abuela se llevó un enorme disgusto ante el triunfo de los disfraces de Halloween de la Cotilla y Bedulio porque no puede soportar que alguien le gane en algo y menos cuando se trata de exhibirse.

Me ha llamado cuando acababa de dormirme. - "¿Has visto que disfraces más birrias llevaban esos dos?" - Abuela... me caigo de sueñoooo... zzzzzzzzzzz ... - "De dónde los habrán sacado? y esos ojos de la bandeja ¿a quién se los habrá arrancado?" - ¡Cambia el tema que no quiero tener pesadillas! - "¡O sea, que tu también crees que ha matado a alguien ¿verdad? Porque en vivo nadie se los deja arrancar ... Ahora mismo voy a llamar a la guardia civil y la acusaré de asesinato" - ¡¡¡Abuela, no llames a nadie!!!

- "¿A qué viene éste arranque? ¿Acaso eres su cómplice? ¡¿No me digas que la has ayudado para que me gane en la fiesta de El Funeral?! ¡¡¡Te quedas sin la Torre del Paseo Marítimo!!!" - ¡¡¡NO. YO NO HE HECHO NADA!!!

Una vez que la abuela colgó el teléfono intenté dormir pero, en cuanto cerraba los ojos, veía los ensangrentados de la bandeja. Encendí la luz y corrí en busca de Pascualita. La sirena dormía plácidamente flotando entre las algas del fondo y no le gustó nada que la despertara bruscamente. Lanzó dentelladas a diestro y siniestro pero el guante de acero paró los mordiscos.

Me la llevé a la cama y allí se calmó. Le gusta estar calentita y aunque lo deja todo mojado, preferí eso a dormir sola. Cerró los ojos y reptando, reptando, se fue metiendo en mi escote mientras a mi se me ponía la carne de gallina por lo fría que estaba.

Volví a dormirme hasta que unos porrazos me despertaron. Corrí a abrir la puerta y me encontré ¡a una pareja de la guardia civil con la abuela! - "Esta es la cómplice de asesinato" - Y me señaló con un dedo acusador. Uno de los guardias quiso asegurarse y tendió, a su vez, un dedo hacia mi. - ¿Esta? ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAYYYYYYYYYYYYYYYY!!!

Si no le gustó a la sirena que la despertara una vez, dos, menos aún y aprovechó la cercanía del dedo para verter toda su rabia en el mordisco que le arreó.

De un tirón seco la arranqué, junto con un trocito de carne y la tiré hacia una maceta de la entrada. Con el jaleo, el otro guardia no vio a Pascualita, solo la sangre que manaba de su compañero. Y se lanzó a por mi. Rodamos por el suelo mientras la abuela, en lugar de separarnos, me gritaba: - "¡Boba de Coria, aprovecha y que te haga un biznieto!"                                                                       

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