lunes, 10 de octubre de 2016

Sardinas.

He dejado un kilo de sardinas en el fregadero. Se me hace la boca agua pensando en el festín que me espera. Las acompañaré con pimientos asados... ¡estoy babeando!

Pascualita, sentada en el frutero, no me quita ojo. Hasta parece que tiene la dentadura más adelantada que de costumbre. Debe ser por el olor. Ya lo dice la canción de Don Gato: Y al olor de las sardinas, el gato ha resucitado jajajajajaja. Solo que la sirena está vivita y coleando.

Mientras he preparado el desayuno el bicho ha desaparecido. Cuando pasa esto tengo que ir con cuidado de no pisarla porque se arrastra por el suelo. Tendré que comprarle un casco porque ya tiene una edad... creo que ¡mucha edad! y ya no está para muchas caídas de la mesa al suelo. ¡Es capaz de ser más vieja (si me oye la abuela me mata. Pero no está, así que me desquitaré): ¡¡¡VIEJAAAAAAAAAAAAAAAA!!! (grité a pleno pulmón)

- "¿A qué viene ésto?" (la abuela ha aparecido como por arte de magia, en la puerta de la cocina) - ¡¡¡Abuela!!!... ¿Cuándo aprenderás a llamar a la puerta? - "Nunca. ¿tienes algo que esconder?" - No... no, pero me siento violada en mi intimidad... - "Ya te gustaría tener intimidad" - ¿A qué viene eso? - "A qué no tienes novio para intimar, boba de Coria... Ni perrito que te ladre ¡Que cruz tengo contigo!... ¿Por qué gritabas esa palabra prohibida?" - Me... gusta. - "Creo que tendré el biznieto con un vientre de alquiler. Aunque sea el de la Cotilla, porque si el pobre va a salir a ti, aviada estoy"

Entre el susto de la abuela y tanto parloteo, se me olvidó que estaba buscando a Pascualita. Y en un arranque idiota, de los muchos que me dan, invité a la abuela a comer. No se hizo de rogar y llamó al abuelito, a la Cotilla y a Blas el parado que, últimamente, ha vuelto por casa en busca de más croquetas para vender a la puerta del juzgado gracias a que se han reanudado los juicios a los políticos. Aquello me irritó. - ¿No te queda nadie más por invitar? (estaba realmente enfadada) - "¡Calla, ahora que lo dices...!" - Sacó su móvil - ¿Bedulio?... Hola ¿te gustan las sardinas?... ¿con pimientos asados?... ¡Vale!"

Tuve que ir a por más sardinas y luego entré en la cocina a prepararlas.

En el fregadero estaba Pascualita, hinchada como un globo, tumbada sobre el mármol y boqueando como si fuese a morirse de un momento a otro. De las sardinas primeras no quedaban ni las raspas ¡Se las había comido todas la zampabollos acuática! Incluso por su boca asomaba una colita que ya no había podido tragar. - ¡¡¡Abuelaaaaaaaaa, nos ha dejado sin comida la sirena de las narices!!! - "No te preocupes. Aún no han cerrado el mercado. Vete a por más sardinas" - Dame dinero. - "¡¡¡¿Yoooooooooooooooo?!!!  Tu has invitado y ésta es tu casa. Tú pagas." - Y corrió a socorrer a su amiga.

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