miércoles, 28 de diciembre de 2016

La Cotilla monta otro negocio.

A penas he dormido. El teléfono ha sonado a altas horas de la madrugada: - ¿Diga? zzzzzzzzzzzzzz - "Soy yo, nena. ¿Se han vuelto a mover?" - ¿Hummm? - "¡Las figuritas del belén!" - Puesssss... no lo sé. - "¿Te has dormido? Que pachorra tienes. Para una vez que pasa algo diferente en tu miserable vida, ni siquiera tienes un mínimo de curiosidad para ver qué pasa." - ¡Quiero dormir!

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaa. (gritó la Cotilla minutos después de hablar con la abuela) - ¡Oh, no! ¿Es imprescindible gritar? - ¿No quieres que te salude? - Me da igual que me da lo mismo. - ¿Veis como es tonta? - Abrí los ojos como platos - ¿Con quién habla, Cotilla? - Con estos amigos que traigo para que vean el "fenómeno" que ocurre en ésta casa. Lo verán por el módico precio de cinco euros de nada. - ¡¿Me ha llenado la casa de turistas?!" - Una tiene que llegar a fin de mes y se hace lo que se puede.

Encendí la luz del cuarto y un montón de ojos estaban fijos en mi. - ¡¡¡TODOS, A LA PUTA CALLE!!! (grité fuera de mi) - Pero la Cotilla ya estaba convenciendo a los turistas para que no me hicieran caso, aunque alguno no pudo dejar de decir - Oiga, señora, que hemos pagado cinco euros...

 Me levanté, furiosa, dirigiéndome a la cocina a por un vaso de agua. Me giré cuando escuché decir a la vecina - Nuestra anfitriona tendrá el gusto de invitarles a todos a cola cao y pan tostado que, a éstas horas, nos vendrá muy bien.

- ¡¡¡Yo me voy a dormir de una vez por todas!!!

Pero tuve que hacer los cola caos y tostar el pan mientras la Cotilla, auto erigida jefa de la expedición, se pavoneaba delante de su clientes. - Por favor, pasemos al comedor. - Y se plantaron todos delante del belén. Media hora más tarde, las figuritas seguían inmóviles. Los turistas murmuraban. Entonces uno dijo: - Esto es una tomadura de pelo... Vámonos.

Salieron, camino de la escalera, en fila india y cuando el último fue a traspasar el portal de casa, los tres Niños Jesús se pusieron a llorar. A partir de ese momento el comedor se convirtió en un campo de batalla. Cogí a Pascualita por si debía defenderme y se me escurrió de las manos cayendo en el belén. A partir de ahí, saltó de un sitio a otro, disfrutando como una bendita. Los gritos, carreras, moqueos, etc. se sucedieron. Los vecinos aporreaban la puerta gritando que nos calláramos. Mientras tanto, las ovejas balaban, los perros ladraban, San José tarareaba ... ¡Y Bedulio apareció en el marco de la puerta, pálido y descangallado. En cuanto me vio, gritó: ¡¡¡YO NO QUERÍA VOLVER!!!





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